Recordatorio
Día de la Mujer, 8 de Marzo: María Jiménez, Lola Flores, Rocío Jurado… feministas con un paso por delante
Estas artistas se anticiparon sin superioridad moral, sin necesidad de abrazar banderas, sin el supremacismo que vino después y sin considerarse catequistas de nada
María Jiménez con su plumaje, Lola Flores con su bata cola y Rocío Jurado con la melena al viento dieron sopapos al machismo, arrancándose hasta el último pelo de la lengua para de-fenderse de los zarpazos que les iba dando la vida. En este Día de la Mujer, 8 de Marzo, recordamos que fueron feministas avanzadas a su tiempo en una época donde la brecha de género a nivel social, laboral, familiar y económico parecía insalvable.
Cada una a su manera, pusieron voz y desafiaron lo establecido, igual en sus vidas privadas que púbicas, mostrando al mundo que no había por qué estar en un peldaño por debajo. En el Día de la Mujer merecen un puesto como referentes en la lucha por la igualdad.
En 1978, recién estrenada la democracia, María Jiménez se subía a un escenario gritando "Se acabó". La canción se convirtió en himno contra la violencia machista. Ella la había sufrido en primera persona y se notaba en la garra que le echaba. Con 15 años se presentó en el tablao flamenco Villa Rosa y preguntó por su propietario para pedirle trabajo. No tardó en convertirse en la musa erótica de la Transición, reivindicando su deseo: "Háblame en la cama, dime pequeñeces, dime que tú te creces cuando estás conmigo".
Era feminista en el tablao y también en su forma de plantear la vida. "La vida son tres días y dos está nublado, así que hay que aprovechar el que hace bueno". Y era lo más fino que podía salir por su boca. Después de un tiempo retirada, en 2002 resurgió con la magia del ave fénix vestida de pavo real. Superviviente y salvaje, expandió su cola agitando el abanico como ave que aleja a los depredadores del nido. Retaba a la mala suerte vestida de amarillo y usaba el azul como símbolo de sentirse segura. Se elevaba con sus estilismos llamativos, atrevidos y desafiantes.
Rocío Jurado: con derecho a vibrar
También Rocío Jurado. Zalamera, excesiva e implacable. Sacaba la fuerza de un huracán para defender su vida y la de su gente o reclamar su derecho a vibrar, a sentirse vida. Sus canciones podían convertir en un campo minado, como cuando destapó una brecha desconocida que las mujeres vivían con el sigilo más absoluto: la brecha orgásmica. La Jurado se cansó y lo cantó: "Lo siento mi amor, hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo, que mi cuerpo no tiembla de ganas al verte encendido. Y tu cara y tu pecho y tus manos parecen escarcha; y tus besos que ayer me excitaban, hoy no me dicen nada".
Y antes que ellas, Lola Flores grabó también su nombre en el feminismo. Libre, irrepetible e indomable, defendió cualquier forma de amor menos convencional. Con el tiempo se la presentó como icono LGTBIQ+. En "Flores para Lola, una mirada queer y feminista sobre la faraona", Carlos Barea, dice fue "más moderna que muchos modernos". En sus entrevistas, hablaba abiertamente de sexualidad y reconoció haber ejercido la prostitución para pagar una deuda. Se expresaba sin tapujos e intensa como era ella. Explosiva hasta en la marcadísima raya del ojo o el estampado animal de su vestuario.
Admitió lo inadmisible
Nació en Jerez de la Frontera, en el seno de una familia muy humilde, y a muy corta edad escogió lo que le hacía feliz. Y así continuó toda su vida, quebrantando lo inquebrantable en cada época y admitiendo lo inadmisible, como su propia promiscuidad. "Lo he probado todo", reconoció abiertamente.
Quizá nunca emplearon la palabra feminismo, pero son recordadas como musas atemporales del movimiento. "No soy detractora del hombre, para nada, soy defensora de los derechos de la mujer, que es diferente", declaró en 1995 Rocío Jurado. Crearon su propio lenguaje de libertad y fueron rompedoras sin ser punitivas. Eran libres hasta en la generosidad de sus escotes, la apertura de la falda o la estratégica forma de arremangarse el vestido, insinuándolo todo o desnudándose en cuerpo y alma sin sentirse vulnerables.
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