Opinión

El diario de Amilibia: Oh, los puticlubs aún existen

Ahí están los sociatas, con su afán reivindicador de los eternos valores nacionales, para recordarme que todavía están vigentes

Ejercer el alterne en un club constituye una relación laboral, según el TSJ de Murcia
Un club de alterne©Gonzalo Pérez MataLa Razón.

Este vejestorio, que ya ha perdido la afición a la noche canalla a la que antaño fue tan fiel, mayormente por razones de salud, estaba en la ingenua creencia de que los puticlubs eran algo así como una rémora del pasado pecador ya superada, que casi habían desaparecido del panorama patrio, como el gotelé, las cabinas telefónicas y la bailarina sobre el televisor. Pero ahí están los sociatas, con su afán reivindicador de los eternos valores nacionales, para recordarme (véase los ERE y ahora el caso Koldo) que los puticlubs aún existen, que están vigentes como una industria floreciente que ahora ofrecerá atractivos que prefiero no imaginar, porque uno es viejo, pero no de piedra.

Dada la cacareada opacidad del destino de los fondos europeos (en qué se gastan e incluso si en verdad se gastan) no sería de extrañar que un día de estos los husmeadores de la cosa económica descubrieran que una rama del sector del puterío fino ha recibido alguna partida de esos fondos para, por ejemplo, la transición ecológica de los puticlubs a la energía eólica con puntos de carga para los juguetes sexuales y energía limpia para alternar (ah, el alterne) entre el polvo y la paja . Ahora recuerdo la frase para el mármol de aquella popular actriz porno que dijo en un festival: «El Gobierno debe apoyar a las que follamos en español». Creo que esto lo aprobaría hasta Gabriel Rufián, que aún debe montárselo en andaluz, aunque con acento catalán y vasco a la vez.

Club de alterne Leña al Mono
Club de alterne Leña al MonoLeña al mono

Extraña, eso sí, que Esther Peña, Pilar Alegría, Ana Redondo, las tres vicetiples, el ala de Sumar en el Gobierno, con Mónica García y Sira Rigo al frente, no se hayan manifestado aún al respecto. Y es que desde que faltan Irene Montero e Ione Belarra, nada es lo mismo.