Entrevista
María Luisa Merlo: “Ni Carlos Larrañaga se acostó con hombres ni yo con mujeres”
Continúa, en los escenarios, ahora con “Mentiras inteligentes”, una comedia sobre secretos matrimoniales
Setenta y cinco años de teatro cuando acaba de cumplir los ochenta de edad magnifican la trayectoria profesional de una María Luisa Merlo feminista y adelantada a su tiempo, independiente y liberal. En su diccionario no aparece la palabra jubilación y asegura a LA RAZÓN que «mientras no me falle las fuerzas seguiré dando guerra. Porque estoy estupenda, de mente y de alma. No se puede ni imaginar lo bien que me siento. Aquí continuo, en los escenarios, ahora con “Mentiras inteligentes”, una comedia sobre secretos matrimoniales».
–¿En el balance de sus ochenta años hay más cosas buenas que malas?
–Es un balance maravilloso. Estoy agradecida a todo lo que he vivido.
–¿No reniega de nada?
–No, porque he sabido aprovechar muy bien todo lo que me ha traído la vida. He sido muy lista…
–¿Cree que el amor ha sido generoso con usted a pesar de sus fracasos matrimoniales?
–Muchísimo. Por mi vida ha pasado, y pasa, gente maravillosa que me ha dado mucho amor. Merece la pena vivir…
–¿También la lucha contra la adversidad?
–Claro. Nunca me sentí explotada por nadie…
– Cuando mira hacia atrás, ¿cómo recuerda a Carlos Larrañaga?
–Con todo el amor del mundo. Me ha dejado una familia maravillosa, unos hijos perfectos, nietos, un bisnieto… Le doy cada día las gracias por la familia que me dio.
–¿Fue su gran amor?
–He tenido dos grandes amores, Carlos y mi padre, Ismael Merlo. Yo quería que todas mis parejas fueran igual que mi padre. Las que tuvimos una figura paterna tan magnífica siempre comparábamos…
–Pues Carlos e Ismael no se parecían ni en el blanco de los ojos.
–Ja, ja, ja. Es verdad. Bueno, en Carlos nunca busqué un padre, sino un compañero. La cosa no salió bien, pero le aseguró que cuando rompimos nos convertimos en los mejores amigos del mundo. Nos entendíamos mejor que cuando estábamos juntos. Y le quise más, porque no discutíamos…
–Larrañaga dice que usted era una mujer rebelde.
–Y lo sigo siendo, siempre lo he sido. Tengo que confesar que me costaba vivir en pareja. Soy muy independiente, aguantaba muy poco, mucho menos de lo que lo hacían las mujeres de mi generación. Ellas eran muy sumisas y yo no lo fui jamás. Me doy cuenta de que mis parejas no tuvieron toda la culpa de las rupturas, sino que fue cosa de dos.
–¿Qué fallaba en sus relaciones?
–Quizá que nunca consentí que los hombres me dominaran. Les gustaba esconder a sus mujeres debajo de la cama y yo me escapaba continuamente. Eran de una generación machista, e incluyo a Carlos en este concepto.
–¿Seguro que no les guarda ningún rencor?
–No conozco lo que significa la palabra rencor.
–Usted presume de feminista.
–Lo soy desde siempre. No distingo entre hombres mujeres, gays, lesbianas, transexuales… Todos son iguales ante mis ojos. Lo que importa es la persona. Me gusta la gente por dentro, lo que sea por fuera es cosa suya. No me interesa lo que hagan en la cama.
–En el libro biográfico de Jesús Mariñas se deja entrever que Carlos se llegó a acostar con algún hombre…
–Ni Carlos se acostó con hombres ni yo con mujeres. Vaya tontería. Claro que me molesta que se diga eso. Ya le hubiera gustado a Mariñas acostarse con Carlos. Y yo nunca sentí la tentación de estar en la cama con una mujer.
–¿Ha desterrado al amor de su vida?
–Al amor de pareja sí, no siento la más mínima necesidad de tener una pareja. Llevo años sin un hombre a mi lado. Me retiré muy pronto… Pero sigo siendo muy buena amiga de los hombres que marcaron mi vida sentimental.
–De hecho continúa casada con Michael Kenton…
–Pues sí. No nos hemos divorciado porque ninguno de los dos quiere casarse de nuevo. Ni se nos ocurre rehacer nuestras vidas amorosas.
–¿En cuál de sus hijos se reconoce mejor?
–Les quiero a todos por igual…
–Como buena matriarca...
–No, la matriarca es mi hija Amparo, he delegado en ella. Es la que nos organiza a todos.
–La palabra descanso huele a deseos de jubilación…
–No, claro que no. Mientras esté bien seguiré en activo. No sirvo para quedarme en casa sin hacer nada. No lo llevaría nada bien.
Y añade, convencida, que «estoy viviendo la mejor etapa de mi vida, porque me siento más libre y plena que nunca». Habrá que creerla.
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