Entrevista

La infeliz historia de «El Platanito», el popular torero que hoy vende lotería en la calle

Hablamos con el famoso torero sobre sus mejores y peores momentos

Platanito, ex-toreroBlas Romero González
Platanito, ex-toreroBlas Romero GonzálezCipriano Pastrano DelgadoLa Razón

La historia de Blas Romero, «El platanito» (Castuera, Badajoz, 1945), es digna de una telenovela. Sus primeros años de vida se resumen en encierros en hospicios y correccionales, años muy duros para el muchacho que aspiraba a convertirse en un gran torero. El sueño se hizo realidad y se codeó en las plazas con grandes figuras como Sebastián Palomo Linares o Manuel Benítez «El Cordobés», pero los triunfos de la década de los sesenta acabaron en el olvido, y hoy, Blas, se gana las «lentejas» vendiendo lotería en la calle, en el madrileño barrio de El Pilar. Aun así, deja el poso de haber sido uno de los espadas más queridos del universo taurino nacional. «Eramos nueve hermanos y tres de ellos murieron. A mí me metieron en un hospicio de Badajoz, y cuando cumplí nueve años conocí a mi madre. Estuve un tiempo con ella, pero acabó internándome en un correccional, un lugar en el que nos daban palizas y no nos enseñaban ni a leer ni a escribir. Un campo de concentración…».

Ser torero se convierte en su obsesión

Me ayudaron Luis Miguel Dominguín y su hermano Domingo. Yo tenía 17 años y muchas ilusiones por cumplir. Ellos me alojaron en el Hotel Victoria de Madrid y me pagaban mil pesetas por cada novillada.

Dígame, ¿por qué le llaman «El Platanito»?

Alguien me dijo que mi padre, que parece ser que fue novillero, tenía un almacén de plátanos, y de ahí mi apodo.

Pero su padre acabó en un psiquiátrico.

A mi madre le estorbaba y consiguió que le tomaran por loco y le ingresaron. Estaba el pobre enfermo, pero no mal de la cabeza. Y su mujer se la jugó, igual que hizo con una de mis hermanas. Yo llevaba sacos de patatas al manicomio y vi a mi padre atado, en una situación horrible y lamentable.

¿Pudo hablar con él?

Me reconoció y me pidió tabaco, pero ya estaba muy mal de salud.

Y cuénteme, ¿qué ocurrió con su hermana?

En cuanto empecé a ganar dinero como novillero logré sacarla de allí. Porque la pobre estaba muy cuerda… Nuestra madre también intentó que me ingresaran, le sobrábamos todos, quería estar sola para vivir tranquilamente con su amante. Pero no consiguió encerrarme. Por eso me metió en el correccional. Llegaban los fines de semana y nadie iba a verme. Me daba mucha envidia ver a otros chicos con familiares. Allí sufrí maltrato, torturas, abusos… Al cumplir 16 años me devolvieron a la casa materna, pero aquello era un sufrimiento continuo y me escapé. Empecé a torear en capeas hasta que se cruzaron en mi vida los Dominguín y los hermanos Lozano y me abrieron las puertas al éxito. Con el tiempo llegué a torear con grandes figuras, con Palomo Linares, «El Cordobés»… ¿Sabe usted que Antonio Gades, Francisco Umbral y Camarón de la Isla quisieron ser toreros? Pero no toreaban bien y no pasaron las pruebas que yo sí pasé.

Manuel Benítez le vaticinó el futuro.

Me dijo: «Uno de los dos acabará vendiendo lotería», y acertó.

Con «Palomo» no se llevaba bien.

Había una fuerte rivalidad entre los dos, siempre estábamos discutiendo. No teníamos sintonía.

Ganó muchísimo dinero. ¿Lo dilapidó?

Me estafaron personas que se subieron al carro de mi fama. Es que me robaron muchos millones, me engañaron…

Los éxitos flaquearon y se pasó al toreo espectáculo.

Monté la troupé de «El Platanito», en la que había hasta enanos y… José Ortega Cano realizaba las faenas serias. Cuando yo me retiré y él se convirtió en un ídolo, no se portó bien conmigo, porque me ha ignorado totalmente. En cambio, el futbolista Juanito sí que me echaba una mano siempre».

Una enana le enamoró.

Pero fue y me la quitó «Antoñete». Es de no creer.

Acabó casado con su hoy esposa, Isabel, y son padres de cuatro hijos.

Mis chavales se ganan la vida como pueden, ninguno quiso ser torero, salen adelante en otras profesiones. Hoy las cosas son distintas.

Hay un dramático episodio de su vida que le cuesta recordar.

Tuve momentos muy malos, graves depresiones, y se me pasó por la cabeza suicidarme.

Cuentan que le perdieron las mujeres.

Me gustaban demasiado. Recuerdo que llegaba a las plazas y antes de torear me tenían preparadas dos chavalas en el hotel.

¿Ha tenido adicciones?

Ni me drogo, ni fumo, ni bebo… Nunca caí en ellas.

¿Sufrió muchas cornadas?

Siete que me marcan el cuerpo.

Monserrat Caballé era una fan suya…

Tanto que hasta la sosprano, que era una mujer muy sencilla, me invitó a que me fuera con ella a pasar una semana a su casa. Pero yo me eché atrás. Blas confiesa que «ahora estoy toreando con la vida, las cornadas del hambre y las penurias son peores que las que te causan los toros. He llorado mucho a lo largo de mi vida…

¿Ha entregado algún premio lotero?

Llevo cuarenta años vendiendo décimos y no he dado ni uno. Gracias a Dios, la gente no lo tiene en cuenta y me siguen comprando y con eso me gano la vida.