Serie
Alberto San Juan, de pancartero a Balenciaga
En su último trabajo, una producción de Disney, se mete en la piel del icónico diseñador donostiarra
Quienes conocen a Alberto San Juan saben que es hombre de muchos principios. Tantos como para intercambiar a modo de cromos según la dirección en la que sopla el viento. «Si no le gustan, tengo otros», diría Groucho. Los que ahora despliega tienen la pompa y el boato que exige dar vida al icónico diseñador donostiarra Balenciaga (1895-1972), en una ambiciosa serie de Disney que ha empezado a rodarse esta semana y en la que él será protagonista absoluto. El actor, republicano, anticapitalista, natural de la progresía pija de El Viso madrileño, tendrá que acostumbrarse a zurcir con carretes de hilo de plata flores de lis, signo de la realeza y de la gracia de Dios.
Si la serie sigue el guion vital de este gran creador de la alta costura, indiscutible rey del lujo, veremos a San Juan codeándose con las tres Cármenes de la familia Franco, a quienes vistió Balenciaga en sus actos más significativos. A Carmen Franco le confeccionó su vestido de puesta de largo, en 1943, y también el de novia. En 1971, poco antes de morir, fue llamado de nuevo al Palacio del Pardo para vestirlas en el enlace de Carmen Martínez-Bordiú. El actor está exultante. «Participar en este proyecto es un lujo: por el personaje, los guiones, los directores y el equipo en general», ha declarado en un comunicado.
Sus productores dicen que tendrá que aprender a coser y a manosear tejidos, pedrería, brillantes o esmeraldas, pero su boca hilvana otras lindezas: «El capitalismo y la vida son incompatibles», decía hace un par de semanas en una radio catalana. Anticapitalismo, antisistema, antimonarquía, Cuba, revolución… Sorprende que con semejantes credos el actor esté ahora bajo el hechizo de Disney y en la distinguida piel de Balenciaga, costurero de reinas, princesas y aristócratas, maestro de maestros que, con su extraordinario olfato para los negocios, fundó uno de los mayores imperios de la moda.
Cuesta imaginar a San Juan familiarizándose con la línea tonneau, el baby doll o los vestidos de noche Queue de Paon, pero no tanto tratando de seducir a las damas. En este arte ya estaba instruido cuando llegó como periodista a «Diario 16», si bien no siempre andaba bien atinado en saber cuándo hibernar y cuándo galantear, según sufridoras y testigos oculares. Interpretar a Balenciaga le va a exigir finura y ese talento casi místico que le sirvió para llamar la atención de la reina Fabiola, que se casó en 1960 con un traje confeccionado por él. Aquella capa de tres metros ribeteada por un visón blanco causó la admiración de millones de personas.
También el armario deGrace Kelly guardaba diseños de cuento de hadas que fueron auténticas piezas de museo. Con sus musas, Balenciaga revolucionó la silueta femenina y redefinió su cintura, como refleja el posado de Cayetana de Alba para Vogue, en 1948, con un sofisticado vestido de su colección, con encaje, torera y falda plisada. Va a ser un reto para el actor madrileño aparcar su ideario radical para emular una elegancia genuina tan inmensa.
Radical y rebelde
Hijo del dibujante Máximo, ya fallecido, y la locutora Pilar Guijarro, siempre jugó a ser un dandi capaz de crearse múltiples personajes. Misterioso, atrayente, desencantado, radical y, siempre, rebelde. Habiéndose criado en el barrio más rico de España y en las aulas del histórico colegio privado Estilo, fundado en 1959 por Josefina Aldecoa, su rebeldía se entendió como una prueba más de su teatralidad. La curiosidad le llevó a viajar a Cuba vestido con la camiseta del Ché. Curtido en conciencia revolucionaria, se encaprichó con implantar el patrón en la Puerta del Sol, aquel 15 de Mayo. La conjunción de tantos egos le hizo desistir. Insistió en Vistalegre II, en la lista de los anticapitalistas, pero se conformó con armar la marimorena junto a Willy Toledo, tan radical como él, pero menos contenido. Por algo se aupó como sex symbol patrio en «El otro lado de la cama».
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