
Aún hay más
El concierto de Coldplay donde todo salió a la luz
Kristin Cabot y Andy Byron fueron sorprendidos en un gesto que parecía inocente. Lo que el público no sabía era que el marido de ella también estaba allí… con otra mujer

En la era de las pantallas gigantes y las cámaras omnipresentes, lo privado nunca es del todo privado. Que se lo digan a Kristin Cabot, ejecutiva de recursos humanos de Astronomer, y a su jefe, el director ejecutivo Andy Byron. Bastó un abrazo en el lugar equivocado -un palco en un concierto de Coldplay, bajo el ojo indiscreto de la KissCam- para que sus vidas dieran un vuelco público y profesional.
Lo que parecía una anécdota divertida para el público se convirtió en viralidad inmediata cuando Chris Martin, desde el escenario, bromeó: "O están teniendo una aventura o son muy tímidos". Byron, incómodo, murmuró "joder, soy yo" al verse proyectado en la pantalla gigante. En cuestión de horas, las imágenes circulaban por todo el mundo y, poco después, tanto Byron como Cabot presentaban su renuncia.
La narrativa inicial fue clara: una ejecutiva de recursos humanos y su jefe casado sorprendidos en un gesto imprudente. Pero la historia, como casi siempre, es más compleja. Nuevos detalles revelan que en ese mismo concierto se encontraba Andrew Cabot, marido de Kristin durante dos años… acompañado de su propia cita. Según una fuente cercana citada por "The Times of London", la pareja ya estaba separada semanas antes, aunque el divorcio aún no era público. La supuesta traición que el ojo colectivo creyó presenciar era, en realidad, parte de una ruptura ya consumada.
Andrew, director ejecutivo de Privateer Rum, confirmó posteriormente a "People" que él y su esposa habían tomado la decisión de divorciarse antes del incidente. "La separación ya estaba en marcha", dijo su portavoz, intentando cerrar la narrativa en torno a un matrimonio en declive. Kristin, por su parte, reconoció que el gesto con Byron había sido "inapropiado", aunque insistió en que no existió una aventura.
Mientras tanto, la otra protagonista involuntaria, Megan Kerrigan, esposa de Byron y madre de sus dos hijos, optó por la vía más contundente: abandonó el hogar conyugal, devolvió el anillo y eliminó cualquier rastro de su apellido en redes sociales. La caída fue rápida y pública.
Astronomer, la empresa que hasta entonces se enorgullecía de liderar el espacio de los datos, tuvo que emitir un comunicado para frenar la tormenta: "Si bien el conocimiento sobre nuestra compañía puede haber cambiado de la noche a la mañana, nuestro producto y nuestro trabajo para los clientes no lo han hecho". El mensaje era claro: la reputación empresarial pendía de un hilo, atada a un gesto de segundos.
Lo fascinante de esta historia no son los hechos -una separación, un abrazo, un comentario desde el escenario-, sino la manera en que fueron amplificados. La KissCam, concebida como un juego inofensivo, se convirtió en un mecanismo implacable de escrutinio. El espectáculo se tragó lo íntimo y el público devoró el relato como si se tratara de una serie de streaming.
✕
Accede a tu cuenta para comentar