Opinión
El diario de Amilibia: Mariló Montero, profeta en su tierra
"Feijóo debería contratarla como meiga/vidente"
Antes, mucho antes, del estremecimiento nacional e internacional por el beso de Rubiales a Jenni Hermoso, Mariló Montero le dijo a Javier Menéndez Flores en este periódico que me da de merendar: «¿Por qué motivo Elena Sánchez, directora de TVE, cuando recibía en esa cadena a los protagonistas del debate electoral, a los hombres les estrechaba la mano y a las mujeres les daba dos besos? Nos sigue minusvalorando el que se reciba con dos besos a una mujer. En política y en las relaciones internacionales deben desaparecer los besos a las mujeres. Besos fuera. Los buscamos en nuestras parejas y familias, pero las mujeres no queremos besos institucionales». Lo dijo el 8 de agosto. Primero: hay que reconocer la virtud profética de Mariló. Feijóo debería contratarla como meiga/vidente.
Dicen las malas lenguas que Pablo Iglesias hoy ya no querría fustigarla hasta la sangre, sino estrechar su mano con delicadeza e incluso con una ligera inclinación de cabeza y la promesa de apartarla de sus fantasías sexuales. Pero, ¿qué es un beso institucional? ¿Considera Mariló que los vehementes besos que la eufórica y apasionada Yoli le propina al presi Sánchez en el Congreso son institucionales o un arrebato propio del frenesí de la erótica del poder? ¿Eliminamos también los abrazos institucionales? ¿Y en qué se queda el Congreso sin besos y abrazos, sin la estampa de la algarabía enardecida de las celebraciones que tanto humaniza a sus señorías? En una tribu de Malawi los hombres se saludan estrechando el pene del otro y las mujeres, pellizcando a la otra los pezones.
Imagínate, Mariló, qué parlamento tendrán tan divertido. Pero besos institucionales, no.
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