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Gastronomía

Ronda de bares: A Toquera: retranca en suspensión

Taberna de finales del XIX, encaramada sobre una vía de tren como si fuese un cuadro surrealista colgado de un clavo torcido, este garito es una cátedra de retranca gallega

Ronda de bares: A Toquera: retranca en suspensión La Razón

En la piel urbana de La Coruña, justo frente a la ría que marisquea almejas con paciencia de monje, se levanta , o más bien se cuelga, porque parece desafiar a la lógica, A Toquera, el tascón más antiguo de la ciudad. Taberna de finales del XIX, encaramada sobre una vía de tren como si fuese un cuadro surrealista colgado de un clavo torcido, este garito es una cátedra de retranca gallega.

El maestro de ceremonias, que oficia tras la barra con la sorna tatuada en la lengua, te recibe con un reglamento oral que parece extraído de un sainete de Valle-Inclán: «Aquí hay que pedir, aunque la puerta diga aperta; y esa escalera no lleva a la terraza, sino al cielo de los despistados». Con semejante prólogo, uno entiende que lo suyo no es solo servir consumiciones, sino dictar seminarios de ironía galaica.

La barra, de madera curtida por mareas humanas, sirve como atril donde se posa lo imprescindible: vino clarete con alma de ribeiro, cerveza que se bebe en dos tragos, y esa liturgia sencilla de almeja a la marinera, pimientos de la zona, empanada que no perdona, y chicharrones que sostienen la conversación mejor que cualquier argumento.

Al caer la tarde, se abre en la puerta un liceo de la vida dispersa: señores de boina y paso lento, universitarios con libros subrayados, emigrantes de regreso que buscan en el vaso un eco de infancia, y algún que otro forastero con cara de no entender nada. Se mezclan silencios cachazudos con estallidos de carcajada, como si la bulla fuera un acordeón invisible.

Lo decía Cunqueiro: Galicia se explica en sus tabernas. Y en A Toquera, más que beber, se aprende a escuchar el compás del absurdo. Porque allí, entre trenes que pasan y parroquianos que se quedan, la retranca es religión, y el silencio es un vino viejo.

Aforismo de servilleta: En Galicia no se bebe para olvidar, se bebe para recordar despacio.