Crónica

Los sábados de Lomana: Mi experiencia extraordinaria en Garabandal

"Yo estaba muy impresionada, tenía miedo. De repente, las niñas levitaron de rodillas, a pocos centímetros de un suelo lleno de piedras, cuesta arriba, a una velocidad que casi no podíamos seguirlas"

Carmen Lomana
Carmen LomanaCedida

Era final del mes de septiembre del año 1961, ya estaba finalizando el verano y quedábamos en Celorio ( Llanes) muy pocos veraneantes. Éramos como una familia que nos conocíamos de toda la vida. A mi madre se le ocurrió que teníamos que viajar a un pueblito de Cantabria que se llamaba San Sebastián de Garabandal. Se estaba hablando de apariciones del Arcángel San Miguel y la Virgen María a cuatro niñas, que caían en un profundo éxtasis y catarsis.

Mi madre era una persona culta y muy interesada por cualquier cosa especial o paranormal que estuviese ocurriendo. Así que organizó todo y una tarde, después de comer, allí que nos fuimos encantados con el plan pero con poca fe: era más bien una divertida excursión de fin de verano. Recuerdo que también se apuntó un amigo mío sueco, que se llamaba Miky, era ateo, pero le picó la curiosidad y ,sobre todo, quería estar conmigo porque le gustaba, amores de adolescencia. Garabandal estaba bastante cerca de Llanes, íbamos alegres cantando en el microbús y comentando lo que íbamos a encontrarnos.

Subíamos por una empinada carretera sin asfaltar. El coche paró y nos dijo el chófer que había que subir caminando. Llegamos al pueblito, en lo alto de la montaña, más bonito que puedan imaginar. Había muy pocas casas, una iglesia preciosa y una tienda de esas que igual te venden unas madreñas que una lata de sardinas. Preguntamos por las niñas y las apariciones, todo era muy hermético. Nadie sabía si ese día las niñas tendrían aparición. De hecho, nunca lo sabían hasta que en un momento veían a las cuatro, cada una de su casa, salir corriendo hacia el lugar donde se supone sería la aparición.

Fuimos a la casa de una de ellas, estaba con otra, tendrían unos 10 u 11 años. Cuando les preguntamos si habría esa tarde aparición, nos miraron y no contestaron. Nos volvimos a la tienda -que también era bar- para tomar algo y esperar. Cuando estábamos dispuestos a volver, serían las ocho de la tarde, ya oscureciendo, nos avisaron de que las niñas habían salido corriendo hacia la iglesia. Fuimos inmediatamente hacia el lugar y al llegar (estaba muy cerca) las encontramos de rodillas con un rostro transfigurado mirando y dirigiéndose hacia alguien a quién le ofrecían rosarios que les habíamos entregado para que los bendijesen. Sus caras estaban llenas de paz y belleza. Recuerdo a una que llevaba trenzas bastante largas; creo que era la mayor. Movían los labios hablando con el ser invisible y sobrenatural que solo ellas veían. Algunos las pinchaban, querían sacarles sangre, les daban pequeños cortes pero ellas ni se enteraban. En un momento, escuchamos que rezaban pero era una lengua para mí desconocida. Mi madre dijo que rezaban en latín.

Carmen Lomana
Carmen LomanaGtres

Yo estaba muy impresionada, tenía miedo. De repente, las niñas levitaron de rodillas, a pocos centímetros de un suelo lleno de piedras, cuesta arriba, a una velocidad que casi no podíamos seguirlas. Perdí un zapato. Mamá no me hacía ni caso. Las niñas iban hacia el árbol donde por primera vez el Arcángel San Miguel se les apareció anunciando que la Virgen María iría a ese lugar. Recuerdo un cielo azul intenso, limpio y con una luz que parecía sobrenatural. Estaba agotada, lloraba y quería marcharme, me dolía mucho el pie por el zapato perdido. A la vuelta al pueblo, lo encontré tirado a un lado del camino.

Volvimos hacia el microbús en silencio. Nos encontramos con el resto, muchos de ellos ya no viven, todos impresionadísimos. Una vez subidos al autobús, seguía el silencio. Miky, el sueco, estaba sobrecogido. No éramos capaces de analizar nada pero todos sabíamos que habíamos contemplado algo sobrenatural y muy fuerte. La Iglesia nunca aceptó como aparición mariana oficialmente aunque muchos sacerdotes trabajaron para que se admitiera. Eso sí, se consintió el culto y que se pudiese ir a rezar en peregrinación. Nunca hablé de esta maravilla que tuve el privilegio de contemplar. Ahora que han salido muchas voces oportunistas hablando del tema, me creo en la obligación de contar mi testimonio y lo que yo vi.

Próximamente, iré al programa de Iker Jiménez y entre otras cosas hablaremos de Garabandal y mi experiencia personal. Por desgracia, mi madre ya no vive. Ella fue, con su curiosidad, la que nos llevó hasta allí, a ese lugar que nunca se olvida.