Sevilla

“Madame Contreras”, así se hacía llamar la Divina en la corte alauita

Su divorcio de Julián Contreras acabó con su estabilidad familiar y su idílica vida en la corte del Rey Hassan II

Carmen, cuando aún era “Madame Contreras” y vivía en Marrakech
Carmen, cuando aún era “Madame Contreras” y vivía en Marrakechlarazon

Carmen Ordóñez vivió en Marruecos su etapa más feliz. Su relación con los hijos del Rey Hassan II le abrió las puertas de la corte alauita y no había fiesta en palacio en la que no estuviera invitada “Madame Contreras”, el nombre con el que se hacía llamar en Marrakech para darle un sitio a su marido.

La vida de Carmen en Marruecos parecía idílica. Solíamos ir bastante a Marrackech a verla, a veces para hacer algún reportaje y otras, simplemente por estar unos días junto a ellos. Carmen vivía en un duplex en La Palmerai, una lujosa zona residencial, relativamente nueva, a las afueras de la ciudad, en pleno palmeral. Con el matrimonio, además del pequeño “Juni” (pronúnciese Yuni), vivía la tata, a la que ayudaban un par de chicas marroquíes de servicio. También tenían un chófer que se ocupaba de llevar a Julián al colegio y de hacer los recados.

Carmen se levantaba pronto y lo primero que hacía era organizar el día, a nivel doméstico y familiar. Cogía una libreta y con su letra redonda y aniñada empezaba a escribir los menús de los próximos días, la lista de la compra y los recados que había que hacer para que todo estuviera perfecto. Cuando ya había confeccionado la lista de tareas, llamaba a una de las chicas y en perfecto francés, salpicado de palabras en árabe, le daba las órdenes del día. Después, el chófer la llevaba a la oficina y regresaba a la hora de comer. Otras veces, quedaba para el almuerzo con Julián en la piscina de la Mamounia, el hotel de cinco estrellas, dónde todo el mundo la adoraba y conocía, no sólo porque era toda una celebridad sino porque además, Juliancito y el hijo del director, eran íntimos amigos.

Carmen trabajaba entonces para una empresa propiedad de Fuad Filali, marido de una de las hijas del Rey, Lalla Meryem. Algunos medios aseguraron que Carmen mantenía una relación más allá de lo profesional con Filali y que esta habría sido la causa de que fuera apartada de palacio, algo que no era cierto. Julián, por su parte, pasaba los días encerrado en su estudio para componer y grabar el éxito que nunca llegó. Él se sentía eclipsado por la fama de Carmen, y quizás por ello, para darle un sitio que no tenía, ella se hacía llamar en Marrakech, “Madame Contreras”.

Julián, se levantaba un poco más tarde y solía hacer deporte por la mañana. Iba al gimnasio o salía a correr por los alrededores. En ocasiones, lo hacía enfundado en un traje de neopreno, para sudar más, lo que resultaba de lo más chocante para sus vecinos. A Carmen también le gustaba salir a andar pero nunca la vi, como a Julián, preocupada por la dieta. Tenía siempre un apetito voraz y se pasaba el día pensando lo que iba a comer al día siguiente. Julián, después se encerraba en el estudio insonorizado y cogía la guitarra. Se pasaba el día cantando y componiendo, y sólo salía de su guarida para comer. A medida que se acabaron sus ilusiones de triunfar como cantante, su carácter se agrió y se encerró cada vez más en sí mismo.

Carmen y Julián pertenecían al círculo más íntimo de una de las hijas del Rey Hassan II: la princesa Lalla Meryem. Aquella la amistad les abrió la puerta de la corte alauita y no había fiesta o evento de palacio al que no estuvieran invitados. Carmen tenía mucha complicidad con el resto de la familia real, especialmente con la princesa Lalla Hasna, una enamorada de España y sus costumbres y con Moulay Rachid. Con el actual Rey Mohamed VI, al que entonces llamaban “Mi Sidi”, era Julián el que mantenía una relación más estrecha. Julián nunca aprendió francés pero el idioma no era un problema para relacionarse con la realeza alauita ya que todos los hijos del Rey Hassan hablaban perfecto español. Fueron sus años dorados, en el que se fraguaron algunos negocios, que, de haber sido ella menos confiada, hubieran cambiado su devenir económico. Aún así, la Divina vivía divinamente gracias a las exclusivas, de ser la imagen de algunas marcas y del dinero que, cuando necesitaba, le enviaba su padre.

Así que cuando, en 1994, Carmen nos anunció su separación y que regresaba a España, me sorprendí. Ella tenía una vida estable y feliz en Marruecos, sus hijos mayores que no vivían con la pareja, habían aceptado su matrimonio con Julián y el cantante parecía el compañero ideal para alguien que, como ella, necesitaba a su lado un hombre siempre a su disposición. Pero lo que parecía un cese temporal de la convivencia, se convirtió en una separación en toda regla, cuando Carmen decidió instalarse en Sevilla.