Hoy tiene La Razón...

Patricia Waltz, estilista española: "El estilo no se crea de inmediato, es un trabajo de introspección y tiempo”

La experta revela a LA RAZÓN por qué el verdadero estilo no nace del consumo ni de las tendencias, sino del autoconocimiento y del tiempo dedicado a entender quiénes somos frente al espejo

Con más de una década de trayectoria como estilista y consultora creativa, Patricia Waltz ha trabajado para firmas como Loewe, Carolina Herrera, Bimba y Lola e Yves Saint Laurent, y ha colaborado con medios como Vogue y Harper’s Bazaar, donde ha construido relatos visuales que celebran la autenticidad antes que la tendencia. Pero su carrera profesional es solo una parte de la historia. La otra, la que hoy la convierte en una voz imprescindible, es su decisión de romper con la lógica del consumo rápido y construir un armario basado en la permanencia, la identidad y la responsabilidad personal.

Hace siete años dejó de comprar moda rápida. Redujo su armario a prendas de segunda mano y piezas especiales adquiridas en viajes o en marcas con una filosofía ajustada a sus valores. No fue un gesto estético, sino una consecuencia natural de un pensamiento crítico que empezó a desarrollarse cuando entendió lo que hay detrás de cada prenda: procesos de fabricación opacos, impactos ambientales invisibles y un sistema que produce a un ritmo que el planeta no puede sostener.

Hoy, Patricia no habla de moda como tendencia, sino como lenguaje. Defiende que vestirse es un acto íntimo, político y cultural. Que el estilo no se construye siguiendo lo que dicta la industria, sino desaprendiendo los hábitos que nos hicieron creer que siempre necesitamos más. Esta entrevista es una invitación a desacelerar, a observar el armario como un espacio de identidad y no de acumulación, y a preguntarnos: ¿qué dice realmente nuestra ropa de nosotros?

Patricia Waltz: “Compramos para pertenecer, no porque lo necesitemos”

Andrea Arzola (AA): Patricia, ¿cómo empezó tu historia con la moda?

Patricia Waltz (PW): Siempre digo que mi relación con la moda fue algo totalmente orgánico. No vengo de una familia relacionada con este sector, ni tuve referentes cercanos que me impulsaran hacia él. Simplemente, era algo que me atraía de forma natural. Empecé como estilista hace diez años y, como muchos, desde la base: asistiendo a shootings, colaborando con otras profesionales, aprendiendo en la práctica. Eso me permitió entender no solo el aspecto estético de la moda, sino todo lo que hay detrás: la comunicación, la planificación, la logística, y sobre todo, la relación emocional que tenemos con la ropa. Esa experiencia me dio una visión global y también crítica sobre cómo funciona la industria.

AA: En los últimos años tu discurso se ha vuelto muy claro respecto al consumo responsable. ¿Hubo un momento en el que dijiste “basta”?

PW: Sí, sin duda. Hace unos siete años decidí cambiar mi forma de consumir. Fue un proceso largo, no una decisión de un día para otro. Empecé a darme cuenta de que muchas de las prendas que compraba no tenían sentido en mi vida diaria. Viajaba mucho por trabajo y pasaba gran parte del tiempo con maletas, así que necesitaba piezas que combinaran entre sí, que fueran prácticas, cómodas y coherentes. De ahí surgió el concepto de lo que hoy llamo mi armario inteligente: una selección reducida de prendas que se adaptan a cualquier contexto y que, de alguna manera, reflejan mi identidad. Esa búsqueda me llevó a reducir la gama cromática, a apostar por tonos neutros, tejidos naturales y marcas con un propósito. No fue una imposición ni una renuncia, sino una forma de simplificar. Y, paradójicamente, al simplificar, gané mucho más.

AA: ¿Cómo se cambia ese impulso de comprar por comprar?

PW: Lo primero es reconocerlo. Durante mucho tiempo vivimos esa adrenalina que genera estrenar algo nuevo, y no nos damos cuenta de que ese placer es efímero. En mi caso, empecé a observar mis hábitos: cuándo compraba, por qué lo hacía, y si realmente lo necesitaba. Implementé algo muy simple: cuando algo me gusta, espero dos o tres días antes de decidir. Si pasado ese tiempo sigo pensando en ello, lo compro; si no, lo dejo ir. Es increíble la cantidad de cosas que dejamos de comprar con ese pequeño ejercicio. También ayuda pensar en términos de uso real: si una prenda no encaja en tu día a día o no combina con lo que ya tienes, probablemente no la necesitas. Ese tipo de consciencia te libera de la necesidad constante de “actualizarte”.

AA: ¿Cómo percibes la industria en este momento, desde el punto de vista creativo?

PW: Estamos en una época de saturación. Hay demasiadas colecciones, demasiadas imágenes, demasiada información. Antes los diseñadores tenían tiempo para pensar, para observar, para inspirarse. Hoy muchos crean hasta 18 colecciones al año. Es un ritmo que no da espacio para la reflexión ni para la evolución real del estilo. Esa velocidad, que viene también de la presión por las redes y por la inmediatez, termina afectando a todos: diseñadores, marcas y consumidores. Yo creo que necesitamos volver a valorar el proceso, entender que la creatividad no surge del exceso, sino del silencio, del tiempo y del propósito. No se trata de producir más, sino de crear mejor.

AA: En ese sentido, ¿quién tiene más responsabilidad en el cambio: las marcas o los consumidores?

PW: Creo que es una responsabilidad compartida. Las marcas deben ser las primeras en ponerlo fácil, porque tienen el poder y los recursos para hacerlo. Si estás produciendo, también puedes hacerte cargo de lo que generas. Me refiero a proyectos de recogida, reciclaje o reventa que ya están apareciendo, pero que aún son una excepción. También creo que los gobiernos tienen un papel clave: regular los procesos, establecer leyes que limiten la producción masiva e incentiven el uso de materiales sostenibles. Pero el consumidor también tiene poder. Cada compra es un voto. Elegir con criterio no es elitista, es una forma de participar activamente en el cambio.

AA: Justamente, ¿crees que el consumo responsable sigue siendo un privilegio?

PW: Es un debate que me interesa mucho. Hoy todavía lo es, y no debería. Hay muchas personas que quieren consumir mejor pero no pueden permitirse ciertas marcas o productos sostenibles. Por eso insisto tanto en la necesidad de facilitarlo. Si las opciones responsables no son accesibles, la sostenibilidad se convierte en un discurso vacío. No podemos pedir a la gente que consuma diferente si no hay alternativas reales o si el sistema sigue premiando lo barato y rápido. Creo que la clave está en combinar educación, regulación y accesibilidad: enseñar a elegir, limitar lo dañino y acercar lo bueno.

AA: ¿Cómo puede alguien con presupuesto limitado acceder a una moda más consciente?

PW: Primero, consumir menos. Parece obvio, pero es lo más difícil. Haz una revisión honesta de lo que ya tienes. Pregúntate cuántas de esas prendas usas realmente y cuántas te hacen sentir tú. Después, cuando compres, piensa en el uso real: ¿cuántas veces voy a ponérmelo?, ¿con qué lo combinaría?, ¿lo seguiría usando dentro de un año? Y por supuesto, dale más vidas a la ropa: la segunda mano, los intercambios o las plataformas de reventa son herramientas maravillosas para extender el ciclo de las prendas. Al final, la sostenibilidad no es una tendencia, es una forma de vivir más consciente.

AA: ¿Y cómo se construye un estilo propio sin seguir las tendencias?

PW: Con tiempo y con honestidad. El estilo no es un disfraz ni una identidad instantánea. Es el resultado de conocerte, de entender qué te representa y qué no. Las tendencias pueden servir de inspiración, pero cuando se vuelven una imposición te desconectan de ti misma. Construir estilo es un trabajo de introspección, de observar qué te hace sentir cómoda, qué te hace sentir segura. Una vez que encuentras eso, dejas de tener miedo a “quedarte atrás”, porque ya no estás compitiendo con nadie.

AA: ¿Cómo imaginas la industria dentro de cinco años?

PW: Me gustaría pensar que avanzará hacia algo más sensato, aunque no soy ingenua. El fast fashion no va a desaparecer de un día para otro, pero sí creo que estamos más informados. Los consumidores cuestionan, las marcas saben que tienen que rendir cuentas, y eso ya es un paso. Pero el cambio profundo vendrá de la regulación: cuando las leyes obliguen a producir menos, mejor y de forma transparente. Hasta entonces, el poder que tenemos está en nuestras decisiones diarias. En elegir a quién damos nuestro dinero y a quién dejamos de dárselo.

AA: ¿Qué le dirías a alguien que empieza hoy a construir su armario para que no caiga en la lógica de “comprar para pertenecer”?

PW: Recomiendo que se lean "La Moda Justa", de Marta Riezo. Es breve, directo y muy claro. Explica cómo funciona realmente la industria -desde la producción hasta la logística- y te da herramientas para entender el impacto de cada decisión. A mí me ayudó a reforzar mi visión y a entender que el cambio empieza por algo muy sencillo: la conciencia. Vestir es una forma de expresarte, pero también una forma de actuar en el mundo.