Vox
Basilio, el camionero rojo que cenó con Olona: “Lo haría también con Ayuso, si dejase la política”
El twittero se sincera en LA RAZÓN tras su encuentro con la exportavoz de Vox
Lo de Basilio Aragón y Macarena Olona podría definirse como una tensión no sexual que acabó resolviéndose de no muy buenas maneras hace unos días en el mesón Ben Feito, el más heavy de Vigo. Ni las afrodisíacas tapas de marisco propiciaron un acercamiento entre estos dos testarudos de ideología antagónica, pero con un mismo gusto por el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Basilio, camionero, rojo, punki y tuitero – el más provocador del transporte español- cuenta a LA RAZÓN qué pasó exactamente la noche de autos que tanto está dando que hablar.
Le trasladamos la pregunta más repetida en las redes: ¿Por qué se tomó tanto interés en Olona, una persona a la que había criticado duramente? Felizmente casado y con un hijo de 16 años, asegura que no le confundió la noche, sino la curiosidad: “Sentí morbo por saber qué piensa una política que ha pertenecido a Vox y si realmente había en ella un giro ideológico. Le hice preguntas y sus respuestas no me convencieron”. Basilio llegó a la cena acompañado de su pareja y David Romero, otro conocido tuitero de izquierdas. Para la ocasión, pulió su estética, pero sin romper su habitual imagen rockera. Trenzó su proverbial barba larga, se engominó el pelo y cambió camiseta por camisa negra.
Lo que él llama curiosidad era una especie de atracción fatal -insistimos, sin sex appeal- entre opuestos. “Cosas veredes que farán fablar las piedras”. El refrán se cumplió y el impacto en redes ha sido mayúsculo. Según el veredicto, quien mejor jugó sus bazas fue Olona, que mezcló buenísimo samaritano con esa pizca de intriga que añade emoción a situaciones como esta. Mientras ella se muestra dichosa, Basilio no midió el efecto de su encuentro entre su gente de izquierdas y ahora afronta el duelo como quien sufre una decepción amorosa: negación, aceptación y reparación.
Sus explicaciones son ambiguas y, según avanza la conversación, lo que era morbo pasa a intención maliciosa: “Macarena no me engaña. Aunque conmigo no tuvo ninguna palabra ni actitud nazi, es una señora fascista. Fui yo quien quiso aprovechar la cena para recabar información y seguir destrozando a Vox”. Recalca que fue ese su único propósito. “Después de la cena, mi conclusión es que no ha cambiado. Me quedaron claras sus ambiciones políticas de extrema derecha y de poder. Ha sido expulsada de Vox, nada más. La película que se está montando ahora es grotesca”.
Basilio habla rápido, con un punto de cólera en sus palabras, pero sin perder la calma. Igual que cuando llamó a Santiago Abascal “puto nazi” y “garrapata” en plena trifulca por la huelga de transportistas. Ahora su mayor chasco es su propia gente: “Acuchillan al que tienen al lado, no al que está enfrente esclavizando. Me duele que sean los colegas los que, en lugar de movilizarse y reivindicar la lucha sindical, me abofetean desde el sofá. Eso es lo que me decepciona, que aquí ya no haya nadie que se moje los huevos”.
Y si son los valientes los que llaman su atención, ¿pediría una cita con Díaz Ayuso si pasase por Madrid? “Cenaría con ella -contesta- si dejase la política y me demostrase que lleva al menos tres meses sin publicar en Twitter. Ahora mismo, ni de broma. Es una política más y a mí nadie que esté arriba, ni de derecha ni de izquierda, vuelve a despertar mi curiosidad”.
“No se confundan: nací rojo y moriré rojo”
Basilio nació en Teis, un populoso barrio de Vigo, hace 47 años. “Mi padre, empleado de Renfe desde los 14 años, lideró la lucha antifranquista en Galicia. Conoció el calabozo y la represión, pero nunca dejó de estar en primera línea en las rebeliones. Son los valores que me inspiró y no entiendo la vida sin batallar contra las injusticias de la patronal y de este Gobierno que favorece la corrupción y el fraude”, explica a LA RAZÓN.
De izquierda a derecha, reparte tortas verbales por todo el arco parlamentario. “No se confundan: nací rojo y moriré rojo”, nos dice desde el camión. Aunque amenaza con apagón digital, disfruta del oficio tanto como de las redes. “Me da libertad. Abro la ventanilla y entra el aire. Sin embargo, me gustaría que mi hijo estudiase".
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