COVID-19

Fernando Simón, cinco años después: el hombre de cejas pobladas que nos hace revivir la tragedia

El epidemiólogo, que nos hacía entrar en pánico cada día durante la pandemia, reapareció ayer con más confianza y más crítica que autocrítica

Fernando Simón, el rostro de la pandemia en España como director del Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias (CCAES), admitió ayer que se podría haber "afinado mejor" con las medidas de salud pública. Tampoco estuvo muy acertado en aquellos primeros días pandémicos con su frase estrella "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado". En los momentos de mayor incertidumbre, aparecía en pantalla y su aspecto provocaba aún mayor desasosiego: la barba sin cuidar, la expresión titubeante y el pelo tan enredado como los datos que llevaba en el papel.

Si en un principio los ciudadanos le tomaron por una suerte de sabio excéntrico, el científico con rostro humano que requería la situación, en pocas semanas la sospecha mayoritaria es que también él había cundido al pánico. Varios consultores confirmaron a LA RAZÓN que había quedado atrapado en un escenario de fuego político cruzado. "Su falta de prolijidad en el cabello y la barba cruzaba la línea roja de la informalidad.

¿Cómo exigir adhesión a las medidas?

La dejadez física parecía advertir que el cargo o la situación le había quedado grande. ¿Se podía confiar la resolución de la situación a quien no era capaz de cuidar de sí mismo?". También en las redes sociales los internautas se alarmaron. ¿Cómo pedir adhesión a las medidas adoptadas?

El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.
El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.Kiko HuescaAgencia EFE

La gestión de este médico y epidemiólogo estuvo envuelta en controversia desde su pronóstico fallido. El 13 de febrero, con el virus ya circulando y un primer fallecido confirmado, también el entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, restó importancia a la situación. El 14 de marzo, el Gobierno declaraba el estado de alarma y el confinamiento. A partir de ahí, se repitieron los mensajes contradictorios.

Mientras España se enfrentaba a sucesivas olas de contagios, Simón grabó un programa de televisión, montó en globo, posó como motero y se permitió algunas bromas que exacerbaron aún más a la población.

Una vida marcada por la tragedia

Ya entonces pudimos conocer el lado personal de este zaragozano nacido en 1963 y la tragedia con la que arranca su biografía: la temprana pérdida de su madre, Mariluz, a causa de un cáncer. Estudió en el colegio privado Montearagón y enseguida se despertó su vocación de médico, quizá inspirado en su padre Antonio, psiquiatra, o su abuelo, veterinario.

Tras licenciarse en Medicina en la Universidad de Zaragoza, amplió sus estudios en Inglaterra y Francia, diplomándose en Epidemiología en la London School of Hygiene and Tropical Medicine. Ejerció la profesión en varios pueblos antes de trabajar en varios países de África, América Latina y Europa. En Mozambique y Burundi vivió nueve años junto a su esposa, María Romay, científica especializada en enfermedades tropicales y el comportamiento humano, a quien conoció en unas fiestas patronales. El matrimonio tiene tres hijos.

Desde 2012 dirige el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, aunque ha pasado a un segundo plano. En 2023 reapareció para informar sobre la retirada de las mascarillas en las farmacias y hospitales y una años más tarde, en "El Intermedio" de La Sexta, confesó que aún se sentía observado. En ocasiones imparte conferencias y charlas relacionadas con su campo de acción en el ámbito de la sanidad, pero alejado de los medios y del ámbito público.

El epidemiólogo participó el viernes en un acto junto a la ministra de Sanidad, Mónica García, y analizó, con más confianza, pero con más crítica que autocrítica, los cinco años desde la llegada del Covid-19: "Ha habido haters, que quiere decir personas que odian. Yo creo que las personas que odian no pueden en ningún momento dirigir ni mediatizar a nuestra sociedad y, sobre todo, no pueden dirigir ni mediatizarla con objetivos más allá del simple odio".