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Rosas rojas para Manolo Pertegaz

Naty Abascal y Alejandra Rojas
Naty Abascal y Alejandra Rojaslarazon

La semana tuvo un sabor lírico, añorador y elegante. Tuvo dos protagonistas excepcionales: la entrega de la Medalla de Oro ciudadana a la añorada Montserrat Caballé y el recuerdo a Manolo Pertegaz, otro grande que es historia. El Liceo, tantas veces escenario de estrenos singulares con operas olvidadas, se emocionó con momentos singulares de la vida donde destacó su «Barcelona, Barcelona!», pree-olímpico con su inseparable Josep Carreras al que descubrió cuando solo cantaba en el coro. Lo mismo sucedió con Josep Pons, también presente en este alarde de bel canto coincidiendo con el 86 cumpleaños de la última diva. Que así lo proclaman mundo adelante tras casi cincuenta años entregada a la ópera, siempre buscando la a veces arriesgada novedad de títulos que dormían en los archivos. Los otros protagonistas de la tarde fueron Bernabé Martí y su hija Montsita, que recibieron el homenaje mientras horas después Pertegaz volvía a la actualidad en una cena, en la que se presentó una nueva imagen creadora del añorado dieñador.

Sobre maniquíes había expuestos 40 trajes que marcan el suma y sigue de la prestigiosa firma barcelonesa en un tiempo en el que se diseñaba en España y que tan bien lucían desde la Condesa de Romanones a Bibi Samaranch. La convocatoria acogió a 70 personas que ocuparon dos salones abiertos con el fondo repetitivo, oloroso y epatante de rosas rojas, la flor que más gustaba al diseñador aragonés, y cuya decoración fue ideada por el arquitecto Amaro. Muchos mostraron curiosidad ante los empresarios gallegos que han comprado una marca tan acreditada e internacional y desde Pascua Ortega a Luis Fraile quedaron enterados de cuál será el camino a seguir a partir de ahora siempre apoyados en Ángel, el que durante casi 20 años fue el punto de apoyo y principal animador sentimental del modista. A la cena no faltaron la siempre impactantes Naty Abascal, con un atrevido collage indumentario de la última colección de Valentino. La Duquesa de Fernandina lució retales de dorados lamès, que impactaron a Tamara Falcó –de negro acampanado– o la casi retirada Alejandra Rojas con Ángel Schlesser, Pascua Ortega y madame Loewe con Mafalda de Bulgaria, buena continuadora de los momentos mágicos vividos por su madre cuando era imprescindible en los saraos de la Villa y Corte.

El céntrico Liceo se conmovió recordando a Caballé ya considerada la «última diva» operística, y así consta en los anales con más de cien óperas cantadas, más de veinte auténticas resurrecciones como su estreno póstumo con el «Enrique VIII» de Massanet. Ya no digamos su devoción por las operas de Donizzeti, al que más cantó, o el angelical Bellini. Madrid prepara algo similar en el Teatro Real, no quieren olvidarse de quien tantos éxitos dio a la canción siendo sin duda «la mejor», como recordaba Ainhoa Arteta desde su casi refugio norteño. Bernabé Martí, de luto riguroso, e igual que su hija Montsita se emocionaron al ver cuán vivo sigue el recuerdo inigualado de su madre. Un acto que hizo revivir las grandes noches del coliseo, muchas compartidas por Carreras con la divina soprano, que hizo histórica su versión de «Norma».