Artistas

Tamara y Enrique Solís, ¿pareja del verano?

Tamara Falcó y Enrique Solís, durante la presentación del nuevo hotel
Tamara Falcó y Enrique Solís, durante la presentación del nuevo hotellarazon

Un reportaje nupcial, en el que algunos ya ven anticipo o pronóstico, dispara las alarmas, aunque no coincidirán este «weekend» en la cita londinense al que va Porcelanosa en torno a Isabel II y un concierto solidario. Todos pendientes de si Tamara Falcó entra o sale con Kike Solís Tello,el pequeño de la tan admirada esposa de Curro Romero, el mataor que nadie descoloca de su gloria filosófica. Escucharle es una lección permanente aplicable a la vida, a sus vaivenes y cómo entender la popularidad. Un ejemplo octogenario pero que aparenta menos años. Viendo un espejismo tiran a dar, y a veces sin puntería, en lo de tan singular y atractiva pareja. No saben por dónde van los tiros aunque hayan coincidido al inaugurar el hotel madrileño de los hermanos y en la reciente boda sevillana del único Solís que quedaba soltero, Miguel, con Paloma Valenzuela. Es el tercero de los cuatro hijos de la guapa ex marquesa de Valencina y la progenitura la ostenta Fernando, que se casó hace un año con la radiante Eva Morejón, que lució un sorprendente y actual pantalón floreado. Rompió con la también innovación introducida por la madre y madrina de ponerse la típica y realzadora mantilla española. Es algo a recuperar porque es principio y un remate único. Carmen lo sabe como buena sevillana y se la coloca trasera, no cayendo la blonda tapando la frente, estilo de 1920 perpetuado por la Reina Victoria Eugenia, que no entendería el actual debate español de sí el Príncipe debe vestir uniforme o traje civil en su próxima proclamación regia. Eso les preocupa por encima del paro, los desahucios o las protestadas prospecciones petrolíferas a lo largo de nuestras costas más turísticas. Generan miedo y malestar ante «la que se avecina», y no es la ya rematada serie con el tremendo Recio y los inefables Cuquis.

Sobre el traje fucsia amadrinador de estilo y escote recto ya habitual en Carmen, bien aconsejada por Victorio &Lucchino, que tanto montan, montan tanto. Lo llevó verde agua y rosado con guantes en anteriores enlaces caseros en el marco deslumbrante del palacio donde sentaron a seiscientos invitados copando el inmenso patio y las múltiples terrazas. Ella añadió una banda verde esperanza sujetando el principio del pelo, justo en la coronilla, alternada con brillantes. Impactó por novedoso aunque fue moda en el siglo XVIII. La cinta frunce el encaje y realza su majestuosidad.

Mientras Madrid ríe aún con la última y sorpresiva aparición de Carmen Lomana en el «Deluxe» destacando los muchos demonios familiares sin ayuda de nadie. La pifió ella solita en un atrevido autorretrato que ahora divierte como los dos libros simultáneos aparecidos con la Infanta Cristina de «leitmotiv». Dos visiones, versiones y hasta interpretaciones de Noos y Aizoon, lo de nunca acabar porque suma y sigue. Eduardo Inda-Esteban Urreiztieta lo compendian en 400 páginas y Paloma Barrientos en 200. Saben a poco. Distintos enfoques con una exhaustiva investigación en el primero y divertido, ocurrente y picante anecdotario lo escrito por Barrientos con un distanciamiento producto de muchas vivencias padeciendo con la pareja de imputados. No resultan ejemplares ,y ella lo magnificó presentada por Cristina Tárrega –que pasó el acto desmintiendo problemas conyugales–. Pero no convenció mucho a nadie el argumento. Fui yo quien primero se lo preguntó. Mientras tanto Ana Rosa Quintana y Beatriz Cortázar completaron sagaces y amiguísimas el tercio amadrinador del evento junto a Palomo Linares con Concha, Pedro y Begoña Trapote, los San Eduardo, Fiona Ferrer vendiendo un régimen con la insistencia con la que Caritina lo hace con sus variopintas ofertas y Elena Tablada con Javier Iturrioz –aún con el físico de cuando creó el «ku» ibicenco– oyeron a M. A. Rodríguez hablar del Rey con sumisión.