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Los Detectives polares

Mañana comienza en El Retiro una nueva edición de esta cita cultural, que estará dedicada a la literatura escandinava, que se ha convertido en el último gran fenómeno editorial

Los Detectives polares
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Cae la nieve y el frío es glacial. Como el viento, tan helado como la muerte. Porque son tantas las muertes por asesinato que ocurren en la moderna novela nórdica que, al paso que lleva, una vez finiquitado el Estado de bienestar, puede acabar por diezmar su ya menguada población. En las novelas de Mankell, Larsson, Karin Fossum, Anne Holt y Camilla Läckberg, se suceden los asesinatos a una velocidad tan disparatada como se reproducen los brutales asesinos en serie. Un fenómeno éste de estirpe anglosajona que ha calado tanto en la mentalidad popular que no hay relato que se precie que no tenga su Hannibal Lecter local para metaforizar el malestar social contemporáneo.Inicialmente, fue el matrimonio formado por Per Wahlöö y Maj Sjöwall quien dio forma a la novela policíaca sueca con un detective antiheróico y pasota, el comisario Martin Beck, como correspondía al momento histórico de la contracultura y el jipismo militante. La utopía y la crítica a la socialdemocracia quedó atrás, como su apasionante serie de «novelas de un crimen», hoy recuperadas en castellano a raíz del auge de la novela negra nórdica. «El detective que ríe» es la mejor para iniciarse en este vicio solitario.Pero han sido sus herederos, cincuenta años después, los verdaderos artífices de este despertar del «polar», como designan los franceses a la novela negra. Gracias a Henning Mankell y al efecto de arrastre de Stieg Larsson, les han sucedido un alud de buenos escritores escandinavos que están copando las mesas de los best-sellers con excelentes novelas policíacas.Todas ellas parten de la premisa más convencional del género inaugurado por Edgar Allan Poe: descubrir al criminal. Cabría hablar por tanto de una vuelta a la novela problema, a lo Agatha Christie, con su investigador policial y las pesquisas encaminadas a identificar al asesino y restablecer el orden social que quiebra la irrupción de la muerte violenta.Esta sutura la enfrenta a la novela negra norteamericana, cuya premisa mayor es la imposibilidad de que el detective privado, logre algo más que sobrevivir a las asechanzas de una sociedad cuya corrupción alcanza todos los estamentos políticos y judiciales. Marlowe es, precisamente, el modelo desencantado del perdedor incorruptible, obstinado y moral de la plétora de comisarios polares. Bien es cierto que tanto el detective Martin Beck como el inspector Wallander participan de cierta rebeldía y oposición al cuerpo policial y al Estado, pero no dejan de ser elementos integrados en el cuerpo social y su malestar, ya sea frente al estado del bienestar del primero como la decepción del segundo por su derrumbe, no les impide luchar para suturar la brecha abierta con su enconada lucha para erradicar el mal, a sabiendas de que una vez abierto el ciclo de la muerte violenta de los «asesinos sin rostro» su trabajo será tan interminable como el de Sísifo.Asunto distinto es el de Stieg Larsson y la saga «Millenium», una novela de detectives infectada por el género de intriga internacional. El periodista económico Mikael Blom-kvist participa de la característica esencial del hombre que sabía demasiado, pero que ignora lo que sabe, y la pirata informática Lisbeth Salander, de una tradición todavía más vieja pero reciclada a partir de los personajes de «Hackers» (1995): la huerfanita del folletín decimonónico y la Juliette libertina y vengadora de la novela de Sade.Si hubiera que determinar cuál es el elemento esencial de la atracción popular de la trilogía «Millenium» habría que invocar el folletín de las novelas por entregas y el vengador Jean Valjean de «Los Miserables» de Victor Hugo. Eso sí, travestido en esta «sociópata con rasgos psicopáticos», como califica Larsson a su bisexual huerfanita, Salander, cuyo goticismo punk remite a Fantomas. El resto es peripecia. Esencial para atrapar en una torrencial lluvia de subtramas a cual más inverosímil, que se superponen sin otro pegamento que los protagonistas, cuyo atractivo mayor es su manifiesta simplicidad psicológica.

Políticamente correctoQuizá por ello, la serie de Stieg Larsson sea epifenoménica. Incapaz de crear tendencia, pues forma parte de una tradición ya incardinada en el best-seller de intriga internacional y los asesinos en serie del thriller, al que se le ha añadido un estomagante feminismo del género políticamente correcto y desprecio por la democracia liberal.En lo que sí ha influido es en la pasión por las trilogías, como la sueca Camilla Läckberg, autora de «La princesa del hielo» y su continuación «Los gritos del pasado». También hay una pareja de «investigadores» formada por el detective Patrick Edström y la escritora Erika Falk, pero en clave de comedia. No es demasiado novedosa, pues remite a las sofisticadas comedias basadas en «El hombre delgado» de Dashiell Hammett, protagonizadas por el matrimonio formado por Nick y Nora Charles y su perro Asta.La gracia indudable de estas novelas estriba en esa mezcla de horror y muerte en clave de comedia ligera, que las hace «rara avis» en el panorama de la novela polar femenina, con tendencia a un torrencial flujo de conciencia. Y como las diéresis en los nombres nórdicos, en la mayoría de las novelas policíacas escandinavas aparecen los inevitables asesinos en serie, cierta crítica al derrumbe del estado del bienestar socialdemócrata, una exhaustiva investigación forense, la «forensics», y la vuelta de las brumas de un pasado inconfesable como la previsible vuelta de lo reprimido. Para seguir la deriva de la abundante edición de novedades polares se necesita a un detective más obsesivo que Wallander. Lo más sobresaliente es el número de escritoras con un depurado estilo narrativo. Como la noruega Karin Fossum, cuyo inspector Sejer, tan hosco como sus tramas, atrapa al lector en un inquietante torbellino criminal en «El ojo de Eva». Investigadora lésbicaLa también noruega Anne Holt, cuya serie más popular incorpora a una mujer, la investigadora lésbica Hanne Wilhelmsen, con títulos como «La diosa ciega», realmente sobresaliente. Su influencia se nota en Asa Larsson, escritora un tanto amanerada, cuya melaza puede causar diabetes. Dos son sus protagonistas: una abogado y una detective muy próximas a la pueblerina policía de «Fargo», de los hermanos Cohen. Aquí tampoco falta el asesino en serie, aunque se insiste en exceso en la discriminación positiva y un radicalismo feminista que haría las delicias de Bibiana Aído si leyera «Aurora Boreal», que, por cierto, mantuvo a Stieg Larsson en vela, hasta el punto final.

Éxitos de ventas y de taquillaTodo éxito tiene su correspondiente taquilla. A las ventas de Stieg Larsson ha seguido la repercusión que tuvo la adaptación de su trilogía («Los hombres que no amaban a las mujeres», «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina» y «La reina en el palacio de las corrientes de aire») al cine que obtuvo la problemática y difícil caracterización de la actriz que encarnaba a Lisbeth Salander. Ahora existe el rumor de que en Hollywood están también interesados llevar al cine estas novelas. Todo esto, mientras se baraja la posibilidad de lanzar una serie para la televisión de esta saga. De hecho, en la pequeña pantalla ya se pueden encontrar los casos del detective Wallander, creado por Henning Mankell, el otro nombre con mayúsculas de la literatura negra escandinava. El actor británico Kenneth Branagh interpretaba al policía. No son los únicos casos. El cine ya ha tentado a otros novelistas. En las pantallas españolas se puede ver en la actualidad el filme «Reykjavik Rotterdam», una obra del escritor Arnaldur Indridason, que ha dirigido Oskar Jonasson. Indridason, que es islandés, no sueco ni noruego, conoció el éxito con la novela «La mujer de verde». Un hito al que posteriormente le siguió «La voz».