Málaga

Abrigo de piel de oso

La Razón
La RazónLa Razón

De tanto escuchar la cantinela de que el Gobierno corajudo y generoso sacrificaba votos por el bienestar de España orillando el cálculo electoral y resignado al sino de las encuestas, había llegado a creer la palabra del presidente: «No pienso en 2012, sino en los próximos veinticinco años». Todos los símiles que han empleado, sin embargo, los nuevos portavoces del equipo remozado (los tenísticos de Rubalcaba, los futbolísticos de Marcelino Iglesias) responden a una misma partitura: los cambios buscan darle la vuelta al tanteo, ganarle a las encuestas, que diría Tomás Gómez. Para ser un Gobierno alérgico al cálculo electoral, hace una semana que no habla de otra cosa. Sólo en esa clave se explica la euforia por la jubilación de De la Vega y el alivio por la enmienda a la totalidad que Montilla se ha ganado a sí mismo. Si Rajoy tiene una «agenda oculta», como dice Blanco, el Gobierno llega a su último año sin más agenda conocida que cerrar el 2011 con el seis por ciento de déficit público. Como reclamo electoral, no moviliza mucho. Entre la urgencia demoscópica y el marcaje de los mercados, el PSOE necesita parir un programa que se pueda decir «de izquierdas» en contraposición al recetario de recortes que antes era neocon pero que ahora es suyo. El nuevo eslógan dice que este Gobierno «va a explicar mejor las cosas» pero, en sus primeros compases, se ha entregado al titular fácil y la frase corta, al humo para ahogar la respiración del adversario rehuyendo alegremente la letra pequeña, siempre engorrosa. Es en este contexto (y por eso escama) donde ha brotado el discurso que dice que ETA, poco más o menos, ya es pasado. Anoto tres afirmaciones en seis días. Rubalcaba en el Senado: «Según nos vamos acercando al final, será más necesario mantener la unidad de los partidos»; Zapatero en La Moncloa: «Estamos en un momento decisivo y tenemos datos determinantes»; Blanco en Málaga, el más explícito: «Estamos a punto de acabar con ETA». Entiendo que el Gobierno martillee el oído de Otegi y de Usabiaga con el mensaje de que en mayo termina el plazo para renacer del cagatorio y hacer de la izquierda abertzale algo distinto a la filial etarra; entiendo que el Gobierno alimente la idea de que invertir en ETA, batasunos, es malgastar la pasta; pero no alcanzo a entender este afán por sembrar la especie de que la banda es una escombrera colmada de pistolas cascadas y presta ya a la clausura por extinción del negocio. Si el Gobierno quiere explicar mejor las cosas, aquí tiene una oportunidad de hacerlo. «Estamos a punto de acabar con ETA». Defina «a punto», ministro. ¿ETA se acaba este domingo, para Navidad o en Semana Santa? Explique qué saca en limpio el Estado de cebar expectativas en lugar de aguardar a que los hechos se produzcan. Me resisto a creer que, a falta de otras ilusiones, pretendan obtener rédito de la mera percepción de que el final pueda estar llegando. La presciencia la carga el diablo, con dinamita de la T4.