Andalucía

Día de Reyes año republicano

La Razón
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Día de Reyes de 2011. Un año cuyos guarismos, mágicos o no, marcan una distancia de ochenta primaveras desde la proclamación de la Segunda República y de setenta y cinco veranos desde el movimiento militar que se alzó contra ella. Un año, pues, más que propicio para la propaganda republicana que desde hace una década seduce crecientemente a una parte de la izquierda. Aunque no se engañen, la derecha más reaccionaria también es republicana en silencio. Pero centrémonos en este 2011 que aquí en Andalucía supone igualmente el aniversario de platino del fusilamiento de Blas Infante. Obviamente todo lo que sea respetuoso reconocimiento a quienes contribuyeron a instaurar un régimen que creyeron positivo para España ha de ser recibido con naturalidad, entre otras razones, porque la Monarquía democrática y parlamentaria, la Monarquía de todos de Don Juan y Don Juan Carlos, así lo exige y lo permite. Ahora bien, en modo alguno deben ser ni admitidas ni jaleadas ni inducidas –y menos por el nieto del capitán Lozano– las conductas de quienes, aprovechando la efeméride, pretendan echarse al monte constitucional de 1931 o a los cerros bélicos o revolucionarios, que de todo hubo, de 1936. Ni frentepopulismo ni guerracivilismo. Por encima de las fechas están las instituciones, que son las que son, y hoy los españoles vivimos una paz y una prosperidad, con altibajos, sí, pero ampliamente generalizada, gracias a los gobiernos democráticos de la Monarquía de Juan Carlos I. Una corona heredada libre de mácula totalitaria gracias al sacrificio del Rey en el exilio Juan III y que ojalá más tarde que pronto reciba el hoy Príncipe de Asturias, mañana gran Rey Felipe VI, en plena madurez después de haber empleado toda su juventud en prepararse concienzudamente para servir con eficacia a los intereses del pueblo español, en especial la unidad y convivencia de las regiones y nacionalidades que lo integran. La Monarquía de esta España plural y bicolor es su más firme garantía de futuro, aunque quienes así pensamos estemos dispuestos a honrar, sin complejos ni estridencias, a los que hace setenta y cinco años cayeron en un pleito de otra época. Su sangre no fue en vano, es más, estoy seguro de que muchos suscribirían hoy estas palabras renunciando tanto a la revolución como a la guerra.