Belgrado

Ojalá

La Razón
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El conjunto «La, la,la» que acompañaba a Massiel era un trío. El grupo «Ojalá» de Rubalcaba, más o menos los mismos componentes pero con el entusiasmo más restringido. Aquellas tres mujeres cantaban con brío y convicción. Y los de «Ojalá» chirrían entre ellos, se muerden. Algunos «cejeros» se han ido con Llamazares, y otros aguardan en sus casas la victoria del Partido Popular para festejar el triunfo en Génova. Rubalcaba ha querido recuperar a los carotas de antaño y se ha tenido que conformar con los melancólicos de hogaño. Mayor Zaragoza al frente, manda narices. Ministro de UCD, director general de la Unesco, presidente de la Alianza de Civilizaciones y, ahora, guitarrista de «Ojalá». No me atrevería a asegurar que su carrera es ascendente. A este paso, mi amigo Arturo Fernández lo va a contratar para recibir a los recién casados que festejan su boda en «Cantoblanco». Lo haría bien, porque Mayor Zaragoza tiene empaque. Tiene lo que en Jerez se dice «muy buena facha». El resto de los miembros del conjunto son Díaz-Yanes, Rosa María Mateo y un filósofo, que no está nada mal.
El nombre del conjunto induce a creer que ha sido formado desde la desmoralización. «Ojalá» a secas, sin guarnición, es denominación que indica muy menguadas esperanzas de éxito. «Ojalá caiga la breva» u «Ojalá gane Rubalcaba» tendrían mejor presencia en el mercado. El estudiante al que se le pregunta en los momentos previos al examen final si tiene posibilidades de aprobar y responde con un escueto y amargo «Ojalá», es que va pegado a la cita académica.

Creo, sinceramente, que la formación del conjunto ha sido precipitada. El «cejero» no ofrece su apoyo así como así. Al buen «cejero» hay que garantizarle galas veraniegas en los ayuntamientos amigos o subvenciones en películas que nadie ve. Para ello, hay que tener poder, y Rubalcaba no está en condiciones de prometer nada. Un buen «cejero» vocifera ante la seguridad positiva, no sumido en la duda o en la seguridad negativa, es decir, la derrota. El «cejero», además, está siempre sometido a las resoluciones de la ONU, y Rubalcaba no ha tenido en cuenta ese fundamental detalle. Un buen «cejero» que se precie de serlo no está en contra de todas las guerras, y Rubalcaba aún no ha dicho al respecto esta boca es mía. Para un «cejero», un muerto de Israel es menos que un muerto palestino, y un niño bombardeado en Belgrado por la OTAN nada tiene que ver con un niño libio machacado por la misma organización. Todo depende de la resolución de la ONU, y así está de triste el grupo «Ojalá», que no está de acuerdo con la matanza en Siria, pero la ONU todavía no se ha pronunciado, y eso desmoraliza. De ahí que los «cejeros» se hayan ido con Llamazares a Asturias, porque Llamazares tiene contacto directo con la ONU, y sabe distinguir entre el bombardeo legal y el bombardeo asesino, y los de «Ojalá» sin enterarse, esperando desconcertados lo de Siria.

Pero ese desencuentro se arregla con una charla telefónica: «Mira, Pilar, te aseguro que para mí la ONU es importantísima. Mándame treinta de la Ceja, y os aseguro que convenzo a Rajoy para que hagáis otra película de la Guerra Civil». Y le manda treinta y aquí paz y después gloria. Lo que no se puede hacer es confiar el voto de la «Cultura» al atractivo de «Ojalá», porque, sinceramente y sin ánimo de herir a nadie, no lo tiene. Ni Carmen Machi se ha sumado al proyecto. Horrible.