
Sevilla
OPINIÓN: Ni cortés ni valiente

Justo al revés que los prestigios o las amistades, las leyendas negras tardan siglos en destruirse y apenas un minuto en volver a levantarse como un muro infranqueable de prejuicios en el inconsciente colectivo. Juan José Cortés, enterrado en vida por un malnacido que asesinó a su hija de cinco años, era hasta ayer un ejemplo de valor cívico. Pero tiró de escopeta en una disputa familiar, que no es una riña doméstica cualquiera puesto que se trata de un clan gitano. Que no levante la mano, porque nadie airea sus miserias morales en público, pero que retenga un par de segundos el parpadeo quien pensó al leer la noticia algo así como: «Si es que no puede ser…». Lleven todo mi íntimo desprecio cuantos hipócritas que no hayan querido reconocerse en semejante tic racista, tan dolorosamente natural como los ñus devorados por los cocodrilos en el Serengeti. Si había un ser humano que de ninguna forma podía liarse a tiros con un semejante, ése era Cortés. Un hombre que eligió sobrevolar un dolor indecible para representar a una raza en absoluto integrada estaba obligado a conducirse con unos parámetros morales superiores. Se ha cargado de dos perdigonazos a su propio personaje.
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