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Límites por María José Navarro

El límite de velocidad se ha reducido a 110 Km/h
El límite de velocidad se ha reducido a 110 Km/hlarazon

En mi familia, tipo de la mitad para abajo rozando la baldosa, siempre hemos sido muy malos conductores. Nos falta vista. Nos falta de mucha a la suficiente para no ver nada. También nos falta oído. De mucho al necesario para ser complemente sordos. De hecho, tengo primos segundos sordomudos de los que me siento muy orgullosa porque son encantadores y porque aguantan que mi madre crea que hablando altísimo la entienden, porque se los encuentra por la calle y aquello es un «after» con dos bafles.

Los que se supone que oímos y vemos normal de esa familia somos un desastre al volante. Mi padre conducía, o eso parecía. Mi padre cogía el coche y para no pasar por Madrid pegaba un atajo que nos costaba cinco horas y cuarto más de viaje, parando en Mota del Cuervo, Ocaña y Navalmoral de la Mata, que son tres lugares a tiro de piedra, pero había que comerse una perrunilla, y ni Dios la perdonaba. Y así, durante veinticinco años seguidos. Este hombre pillaba su auto (siempre segunda mano: Dos Caballos, Tiburón, Mil Cuatrocientos Treinta, Escarabajo) y se plantaba en las autovías por la izquierda. Ojo, no para adelantar: para estar tranquilito, que por la derecha hay mucha gente. Cuando los conductores que transitaban por la misma vía se habían puesto «moraos» a tocarnos el pito y a llamarnos desaprensivos, mi padre cedía y se tiraba un poco a la derecha, pero sólo un poco, no fuéramos a perder el sitio tan bueno de la izquierda. El caso es que jamás hicimos un amigo en la carretera y jamás paró un español cuando se nos pinchó una rueda, lógicamente.

Mi madre, que conducía mejor que mi padre aunque jamás agarró un volante, decía siempre que podía hablar perfectamente con un peatón si iba en el coche de su marido, hasta que el peatón decía aquello de «la dejo, señora, que llevo prisa». Contemplo estos días el mal rollo que provoca ir a 110 por hora en las vías de alta velocidad en vez de a 120 y me asombra que se hable de eso como de una tragedia que atenta contra la libertad. Igual soy yo, que soy imbécil y que no tengo carnet, pero tan malo para los derechos fundamentales será el límite anterior como el presente. Me sorprende mucho más que el ahorro calculado sea, apenas, la quinta parte de lo que debe el Ayuntamiento de Madrid. Pero, ay, eso no entra en el capítulo libertades. Eso se llama otra cosa, que me voy a callar. Porque derrapo.