Israel

El Betis devuelve la moneda

Las maneras desinhibidas del Betis, azuzadas por el injusto 0-1 encajado en la ida, presagiaban un partido vibrante. Y así fue. El cuadro de Mel fue fiel a sí mismo. Y el Zaragoza, también. Su quebrada moral, pese a los tres partidos consecutivos sin perder con los que comparecía en La Romareda, se resintió en un arranque loco.

Israel y Jorge Molina felicitan a Rubén Castro, quien firmó en Zaragoza su decimotercer gol esta campaña
Israel y Jorge Molina felicitan a Rubén Castro, quien firmó en Zaragoza su decimotercer gol esta campañalarazon

El gol de Contini en propia puerta después de una jugada de pillería de Salva Sevilla –sacó rápido una falta por manos de Ander Herrera para dejar solo a Rubén Castro– vino a corroborarlo en 11 minutos. Ni el tempranero empate de Jarosik tras un balón colgado al segundo palo sirvió para disipar las dudas.

El desparpajo bético, aun anclado a un ritmo de juego inferior, más pausado, no sólo incomodaba a los maños, sino que los ponía en serios apuros. Sin el balón, y con Ander fuera del campo a la media hora por lesión, los aragoneses cedieron el dominio. También la intensidad por mucho que jugasen casi siempre en territorio verdiblanco. Ansiosos, cayeron en la trampa los de Gay. Dejaron espacios detrás, y eso, con el eléctrico Rubén Castro en estado de gracia, es un pecado mortal.

La asistencia en profundidad de Arzu, decorada con la finta de Jorge Molina en la frontal, lo dejó muy claro en el 35. El canario dentro del área es letal. Control trabado y derechazo fuerte, raso y cruzado para firmar su undécimo gol de la temporada, tercero en la Copa del Rey.

Como era de esperar, las prisas se apoderaron del cuadro anfitrión, una circunstancia aún más patente en una segunda parte trepidante. Con más rapidez, hasta imprecisión, por parte blanca que peligro en sí. Un par de disparos de media distancia de Ponzio y Lafita, bien resueltos por Casto, supusieron los cartuchos –de fogueo– de un Zaragoza que había quemado sus naves ya con los cambios. Empezó con cinco defensas y acabó con tres. Ahora bien, las prisas adversarias se convirtieron en el mejor argumento bético. Con el ingrediente añadido, también es verdad, del sufrimiento, pues el asedio zaragozano en pos del gol redentor no cesó hasta el pitido final. Insuficiente, a la postre, para enjugar la practicidad hispalense.