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México

El romántico apasionado por Juan Echanove

El romántico apasionado por Juan Echanove
El romántico apasionado por Juan Echanovelarazon

Actor felino, como un león, Juan Luis Galiardo hacía suyos los personajes a zarpazos, a dentelladas. Era pura potencia física, con una fuerza interior romántica y apasionada. Por dentro, en la corta distancia, en el trato personal, incluso en muchos de sus personajes, se podía ver al niño huérfano en búsqueda continuamente de una madre que le faltó desde muy joven, algo que aplicaba a todas sus interpretaciones. Nunca he conocido a un actor con un sentido romántico tan pasional, a veces casi colérico de puro romanticismo. Un romanticismo que se traducía también en que era un enamorado de su profesión: si hay algo que le ha preocupado hasta el último suspiro de su vida era seguir trabajando. De hecho, hasta que el cáncer le venció por KO, cuando todavía parecía que le iba a ganar por puntos a la enfermedad, lo que le estaba sacando adelante era el deseo de volver al plató inmediatamente. Eso tiene un nombre: ser un actor de vieja escuela.

Más allá de que nuestra relación haya sido muy fructífera y positiva, Juan Luis era mi hermano mayor. Había entre ambos unos lazos muy importantes: para mí ha sido maestro, guía, compañero, amigo e iniciador. Desde «Turno de oficio», hemos sido coproductores y socios. He vivido su vida, como la de García Sánchez o Azcona, porque siempre tuve más amigos de su generación que de la mía. Le conocí a su regreso de México. Venía con un bagaje de galán guapo con leyenda negra y pasado de actor colérico con el que casi no se podía trabajar. Ése era su marchamo el día que empezamos a rodar «Turno de oficio». Pero, a partir de ahí, supo reinventarse, algo que sólo consiguen los grandes. No ya los grandes actores, sino las grandes personas. Logró borrar, convertir las malas huellas de su pasado en buenas. Lo hizo a base de una disciplina increíble, construyéndose su propia carrera y convenciendo a propios y extraños de que era un actor válido, un creador de primera línea. Y lo consiguió. Se ha muerto denominándose a sí mismo «una joven promesa del cine español». Lo creía, en ningún momento sintió que le llegaba el reconocimiento de forma tardía. Al revés: lo valoraba porque decía que estaba empezando. Eso es algo que llevo conmigo, que ya forma parte de mi credo actoral: siempre se está empezando, siempre hay que levantarse a las seis de la mañana, siempre hay que trabajar como un demonio porque nadie te regala nada. Juan Luis es un ejemplo a seguir.

Juan Echanove