Londres

«La maldición de Tutankamón»: sigue el enigma

En noviembre de 1912, hace 90 años, Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón, la única que estaba intacta en el Valle de los Reyes

Exposición sobre Tutankamón en la Casa de Campo de Madrid
Exposición sobre Tutankamón en la Casa de Campo de Madridlarazon

En 1923, Carter escribió un artículo para Pearson's Magazine. «La tumba del pájaro» habla de los acontecimientos extraños, casi sobrenaturales, que tuvieron lugar justo antes de la apertura de la tumba de Tutankamón.
Estamos en el principio de la temporada 1922-1923. Carter compró un pájaro enjaulado, que cantaba de una manera muy hermosa cada mañana. Para diversión de sus sofisticados amigos de la ciudad, se llevó el ave a Luxor, donde pretendía que fuese el compañero de su soledad en el desierto. Los trabajadores estaban encantados con el recién llegado y creían que era un ave de la buena suerte. No pasó mucho tiempo antes de que se revelasen los primeros escalones que conducen a la tumba de Tutankamón:


«¡Ah», exclamó el líder del grupo de trabajo, «ese pájaro es realmente ‘‘Bakh heit'' (trae suerte), y las notas que canta son mágicas!» Pero aunque trabajamos febrilmente con la carga que había que quitar de encima, el significado auténtico de nuestro descubrimiento no quedó claro hasta después de varios días de trabajo...

Pero se preguntarán qué tiene que ver esto con el pájaro. Bueno, un día, cuando ya habíamos quitado bastante cantidad de restos, arena y cieno, y llegó un mensajero a mi investigación de las escaleras, de repente observé que todo estaba extrañamente silencioso y deprimido..., una depresión mucho más notable aún cuando di órdenes de que cesara el trabajo hasta que yo pudiera estar presente por la mañana...
[Una vez descubierta la puerta sellada] decidí no dar ningún paso más hasta que llegase lord Carnarvon. Le envié un telegrama a Londres anunciándole las noticias, y la entrada de la tumba se volvió a cubrir. Pero al volver a casa por la noche (estaba casi oscuro, sólo se veía un ligero resplandor de luz desfalleciente en el cielo) me quedé asombrado al oír al pájaro que cantaba tardíamente, pero con maravillosa energía y encanto.

Bueno, a su debido tiempo llegó lord Carnarvon. Se reiniciaron los trabajos. Paso a paso se desnudaron los peldaños, hasta que se revelaron los diecisiete, y dejamos el trabajo para la noche. La emoción de todos nosotros era intensa, y excepto por los sirvientes, la renovada depresión del pájaro, aunque me la hicieron notar, apenas fue observada.

Se abrió la puerta de la tumba y se eliminó el relleno del pasadizo que reveló la segunda puerta sellada.

Pero justo en ese momento, cuando los nervios de todos nosotros estaban en una tensión extrema, el mensajero me trajo noticias de la tragedia. El hombre, que casi venía sin aliento, me dijo que una cobra había entrado en la casa, atravesado el pasillo y llegado hasta la habitación en la que ahora estábamos sentados, se había subido por la pata de aquella mesa en la cual descansaba la jaula ¡y había matado a mi pájaro!

Y así, al darme cuenta de lo que había ocurrido, el significado que acompaña a una conmovedora y extraña coincidencia se hizo notar incluso a través de la emoción abrumadora del momento, porque el rayo de luz de nuestra vela reveló el contenido de la Antecámara de la tumba, y brilló en la cabeza del rey que llevaba en la frente el ureo –el símbolo de la realeza y la protección–, ¡la cobra!

Los reises (capataces) estaban sobrecogidos: ¡ante ellos se encontraba la imagen de la serpiente que había matado al ave de la suerte!

Primero se hicieron preguntas. ¿Qué desdichado, se preguntaban, habría arrojado mal de ojo al dulce pájaro que tan querido les había llegado a ser, ese pájaro que traía la buena suerte, el amado de Alá?

Luego, a su manera, se dieron cuenta del significado de las Claves de Protección y, abatidos, vieron en la muerte del pájaro un presagio de mala suerte, a pesar de los tesoros que se encontraban ante ellos. ¿Qué era lo que amenazaba? ¿Acaso el Jinn que había protegido la tumba durante 3.000 años se había puesto furioso y hostil? «¡Que se aleje el mal presagio!», murmuraron.

Hubo que tranquilizarlos. El pájaro, les dijimos, volverá... el ave afortunada cuya canción nos ha animado y guiado hasta estos tesoros ocultos.

Bueno, pues enviamos un telegrama a lady Evelyn Herbert, que trajo de El Cairo el canario al que ahora se oye cantar en la habitación de al lado. Con la llegada del ave, la animación volvió al personal, que lo convirtió en auténtico poseedor de la tumba: Bab-el-Asfour, la Tumba del Pájaro.

 

Un relato mucho más realista, recogido en una carta privada escrita por Herbert Winlock, del Metropolitan Museum, confirma la esencia de esta historia tan repetida. En realidad, Carter tenía un ave canora muy admirada, que guardaba en una jaula en su casa del Valle. Mientras Carter estaba fuera de casa, reuniéndose con Carnarvon en El Cairo antes de la apertura de la tumba, Callender encontró una cobra en la jaula, «en el preciso acto de engullir el canario».

Al ser hijo de Samuel John Carter, celebrado pintor de animales victoriano que a su vez era hijo de un guardabosques, Carter había sido educado con un pequeño zoo de animales de compañía que los niños de la familia, todos ellos artistas de talento por derecho propio, usaban para practicar sus dibujos. Carter siguió con esa tradición en Egipto, donde se permitía a los animales de compañía que anduvieran en libertad por su jardín. Los pájaros en particular le proporcionaban un gran placer; en sus libretas menciona horas tranquilas pasadas flotando en un barquito pequeño en las crecidas del Nilo, contemplando a los pelícanos. Sin embargo, la vida en el Valle para los animalitos de Carter, seguramente era brutal y corta. Un par de jóvenes gacelas murieron «de una forma demasiado triste para repetirla», un burrito joven fue mordido en el morro por una cobra y expiró después de tres horas de sufrimiento. La historia de un canario devorado por una serpiente es algo alarmante (¿cómo pudo introducirse la cobra en la casa?) pero no totalmente inusual, y Carter reemplazó rápidamente a su mascota perdida.

Asustar a los ladrones
Lo que hace inusual la historia es la alusión a algo sobrenatural, que el pragmático Carter estuvo dispuesto a introducir en un artículo destinado a un público popular. Puede ser que, sencillamente, como egiptólogo por cuenta propia, que se enfrentaba a un futuro incierto, quisiera vender una buena historia que animase a los lectores del Pearson's Magazine a comprar su libro. Quizá sintió la necesidad de competir con los otros cuentos igualmente morbosos con detalles sobrenaturales que ya circulaban. Puede ser también (como se sugirió más tarde) que permitiera la difusión de la historia para asustar a los posibles ladrones y ahuyentarlos de una tumba que estaba bajo alguna forma de protección espiritual. Fuera cual fuese su motivación, la historia tuvo el efecto, totalmente previsible, de ligar la tumba con lo oculto a través de las pruebas irreprochables de su excavador.

Joyce TYLDESLEY


-Título del libro: «La maldición de Tutankamón».
- Autor: Joyce Tyldesley.
- Edita: Ariel.
- Sinopsis: la autora, una reconocida egiptóloga británica, reconstruye a partir de las evidencias y dejando de lado falsos mitos la biografía de un rey que murió joven y cuya intacta tumba, de las decenas que había en el Valle de los Reyes, nos permitió conocer mucho mejor la vida en el antiguo Egipto.