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Tecnología al servicio del soldado

Tecnología al servicio del soldado
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España cuenta hoy con unas Fuerzas Armadas plenamente profesionales y dotadas de un material que las equipara en buena medida a las de nuestros aliados de la OTAN, salvo excepciones (que se mantienen gracias a la pericia mecánica de los soldados españoles) y algunas carencias pendientes de un paso decidido por parte de las autoridades.

¿Qué Fuerzas Armadas se dibujan en el futuro de España? En ello trabaja el jefe de Estado Mayor de la Defensa, el almirante Fernando García Sánchez. El documento «Visión Fuerzas Armadas 2025» debe definir unos ejércitos y una Armada en un horizonte a trece años vista, pero a la espera de ese informe, las guías marcadas por las iniciativas Smart Defense de la OTAN o Sharing and Pooling de la UE o, en clave nacional, las visiones de 2025 de los jefes de Estado Mayor del Ejército y de la Armada. También nos sirven como marco de referencia los ajustes acometidos por países de nuestro entorno como Alemania y, sobre todo, Estados Unidos. En todos estos referentes la tónica común es la búsqueda de una mayor eficacia a menor coste, basada en la preparación de los profesionales, en la tecnología que los acompaña y en una estructura de fuerza más pequeña y flexible, compatible con las de nuestros aliados y desplegable en el mínimo tiempo posible.

Desde la base fundamental del soldado o el marinero, se construye un diseño en unos escenarios cada vez más cambiantes, con un tipo de enemigo cada vez más difuso, y en un planteamiento de misión conjunto y combinado. En ese marco, se busca una menor exposición del combatiente al enemigo, una mayor eficacia de ataque que minimice las bajas civiles y que permita alcanzar el objetivo sin dañar nada más que ese objetivo y una agilidad en todos los terrenos. En los últimos años ya hemos asistido al «boom» de los aviones espía no tripulados que ofrecen en directo información sobre el enemigo y aportan mayor seguridad a las tropas. Esa tendencia, lejos de frenarse, seguirá en aumento y la Armada y el Ejército del Aire también se dotarán de esos sistemas. El futuro pasa por los drones, aviones de combate no tripulados capaces de eliminar objetivos con una precisión casi milimétrica, que irán sustituyendo a los tradicionales cazabombarderos.

En cuanto a las tropas, veremos incrementarse los equipos de operaciones especiales y tendremos por fin el «Combatiente del futuro», un infante dotado de cámaras y equipos técnicos que le permitan disparar sin encarar al enemigo y estar conectado con sus compañeros de pelotón a través de un pequeño ordenador que les dará la máxima información de la operación y sus integrantes en directo. Veremos menos vehículos de cadenas y más blindados de ruedas, robustos pero ágiles. Y veremos una Armada con una capacidad de interceptación de objetivos aún mayor de la que ya tiene y con una capacidad de movimiento y acción mucho mayor a través de buques del tipo Acción Marítima.

En resumen, unas Fuerzas Armadas más pequeñas, ágiles, tecnológicamente punteras, con gran capacidad de interacción con otros ejércitos y con gran capacidad de despliegue casi inmediato. Todo construido alrededor del soldado o marinero, la pieza indispensable.