Dublín

Reino Unido acude al rescate de Irlanda un siglo después

Frío recibimiento de los irlandeses a la histórica visita a Dublín de la soberana británica

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A lo largo de su reinado, Isabel II habrá sido fotografiada en millones de ocasiones, pero la imagen que protagonizó ayer se quedará siempre en su memoria. Y por distintas razones, también será una instantánea histórica para Irlanda y Reino Unido, dos países que en su día rindieron tributo a una misma corona, pero que, finalmente, acabaron separándose. El proceso de autodeterminación no fue fácil. Fueron muchos los que murieron con el grito de la independencia en su boca. Para los irlandeses fueron héroes, mártires de una causa de la liberación nacional. En Dublín hay un monumento a ellos situado en el Jardín del Recuerdo. Son muchos los que se acercan hasta allí para rendirles tributo, pero hasta ahora nunca se había acercado una reina. Isabel II lo hizo ayer consciente de que no es una reina cualquiera, sino la mujer que representa la misma corona que costó la vida a esas personas.
Cada paso de la monarca en la República de Irlanda durante los próximos tres días está cargado de significado. Se trata de un viaje histórico que refuerza la nueva etapa que viven los dos países, aquella que comenzó a fraguarse tras la firma del acuerdo de paz del Viernes Santo en Irlanda del Norte en 1998. Isabel II aterrizó a medio día en el aeródromo militar Casement de Baldonnel acompañada de su marido, el duque de Edimburgo. Minutos antes, los artificieros del Ejército irlandés desactivaban una bomba de fabricación casera hallada en un autobús a las afueras de Dublín. Hacía un siglo que un monarca no pisaba la república y los grupos disidentes no querían desaprovechar la ocasión. A lo largo de todo el día, lograron emitir hasta seis amenazas bomba, lo que motivó desalojos de centros comerciales, parques y varios juzgados. Irlanda se ha gastado más de 20 millones de euros en la operación de seguridad más importante de su historia.
Jorge V fue el último monarca británico que visitó a una Irlanda bajo el control de Reino Unido. Prometió volver, pero nunca lo hizo y ayer fue su nieta la que cumplió su palabra.
Todo estaba cuidado hasta el último detalle. Empezando por el vestuario de la soberana. Isabel II bajó del avión con un abrigo y un sombrero verdes –el color de Irlanda– y un vestido azul –el color del patrón irlandés, San Patricio–. Fue recibida por el viceprimer ministro y titular de Exteriores, Eamon Gilmore, y luego se desplazaron a la residencia de la presidenta de la república, Mary McAleese. Tras la firma del libro de visitas y una breve charla con el primer ministro, Enda Kenny, 21 cañonazos del Segundo Regimiento de Artillería saludaron a la invitada, quien también pasó revista a la Guardia de Honor, compuesta por miembros de los tres ejércitos.
Tras saludar a distintas personalidades, Isabel II y McAleese plantaron un árbol, un roble irlandés, como símbolo de una nueva era de entendimiento entre ambos países. Luego llegaría el gesto más emotivo del día. Durante la solemne ceremonia celebrada en el Jardín del Recuerdo, no hubo baño de multitudes dadas las estrictas medidas de seguridad.
Igual de fantasmagórica se mostraba la habitualmente bulliciosa O'Connell Street al paso de la comitiva real en su trayecto hacia el Trinity College, universidad fundada en 1592 por Isabel I y frecuentada sólo por protestantes durante gran parte de su historia.
En su famosa biblioteca, la soberana pudo admirar el Libro de Kells, una de las obras más importantes del cristianismo celta. El momento fue aprovechado por el Sinn Fein, antiguo brazo político del ya inactivo IRA, para lanzar al cielo globos negros en señal de protesta por la visita.
Al viaje de Isabel II se incorporará hoy el primer ministro británico, David Cameron, mientras que el ministro de Exteriores, William Hague, formará parte de la comitiva. Este último tiene cerrado un encuentro con 800 empresarios para lanzar una nueva Cámara de Comercio bilateral. La visita de la monarca precederá a la que la semana que viene realizará Barack Obama, una doble oportunidad que Dublín confía en aprovechar para sacudirse el estigma del rescate económico.


Radicales se enfrentan a la Policía irlandesa
Apenas fueron unas decenas los manifestantes anti británicos que intentaron hacerse notar en las calles de Dublín. Miembros del grupo Eirigi –«levantamiento» en gaélico– se enfrentaron a la Policía irlandesa a varios cientos de metros del Garden of Remembrance. A pesar de la violencia del choque, no se produjeron heridos de consideración y las Fuerzas de Seguridad consiguieron mover a los manifestantes a un área alejada de la comitiva real. Las medidas de seguridad sólo permitieron estar relativamente cerca de la soberana británica a quienes estaban incluidos en una lista.