
Casas reales
Un carnicero en la corte de Isabel II
El carnicero, el dueño del pub y el cartero de Bucklebury –la pequeña aldea donde viven los Middleton (en la imagen)– no se habían visto en otra igual.

Madrid-Cuando recibieron la invitación para la boda real se quedaron atónitos, pero es lo que tiene el amor, que es capaz de unir a la soberana Isabel II con un séquito de lo más particular.
La familia de la novia aportó al enlace unos invitados de lo más variopinto. Y es que, si ya era remoto imaginarles como millonarios cuando trabajaban en una compañía aérea, más difícil era aún predecir que algún día se convertirían en los suegros del mismísimo príncipe Guillermo. Los Middleton vienen de unos orígenes humildes, pero eso no les impidió estar a la altura de las circunstancias durante el enlace real de su hija. Es más, deslumbraron por su elegancia y su saber estar y cumplieron a la perfección el papel que tenían asignados. La madre de la novia estaba espléndida y pese a la controversia de última hora acertó de pleno con su modelo. Al parecer, Carole rechazó, tan sólo tres semanas antes de la boda, el diseño que le había hecho Lindka Cierach –favorita entre la aristocracia y las actrices– y el tocado de 400 libra de Jess Collett, por un traje en tonos azules y una pamela elaborada en una tienda de Berkshire, donde está situada la aldea en la que vive, juntando así una vez más al pueblo con la realeza.
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