El «aquelarre» etarra

Retórica etarra

La Razón
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Cuando ETA hace más mala literatura en sus comunicados es cuando esquiva con torpón disimulo la expresión «abandono definitivo del terrorismo». Ahí es donde intenta poner mayor talento creativo jugando aparatosamente con el lenguaje e inventando en 1998 un oxímoron como «tregua indefinida» o, ahora, este «alto el fuego permanente» que no es más que retórica pleonásmica (si se rompiera dejaría de ser tal) y que puede dejar de «permanecer» mañana. ETA hace esto para no quedarse aislada, para no distanciarse más de los sectores de su militancia y del colectivo de presos que quieren hacer verosímil la vía política.
Muchas veces se ha dicho que «algo se mueve en Batasuna» sin que se moviera nada y quizá estamos ante la primera ocasión en que no es que Batasuna se mueva, sino que «la hemos movido» con el ahogo policial, político y económico. Quizá. Pero en ello reside la paradoja: no se les puede dar cancha política a los «pretendidos buenos» de ese mundo porque, si han llegado a esta situación, es precisamente gracias a la falta de cancha y porque si se le volviera a dar ésta (o sea si se cuelan en las municipales) volverían a las andadas. Volverían porque no es que hayan empezado a creer en la democracia, sino sólo a descreer de la «eficacia actual» de los métodos antidemocráticos. Es un paso. Pero no definitivo.