Tour de Francia

Italia

Fariseos y mamones

La Razón
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Cuentan de Pat McQuaid, presidente de la UCI, que es la marioneta de Hein Verbruggen, su antecesor, y cosas peores: que durante una Vuelta a Irlanda que ganó en 1976 acudió al hotel donde estaba hospedado cierto corredor para comprarle productos dopantes. Le acompañaban dos ciclistas irlandeses, Kelly y Lally. Cuentan de él que en el Mundial de Madrid (2006), entre pinta y pinta, exponía la siguiente teoría, que avalaba con la presencia de su hijo en la carrera de aficionados: «Voy a comprobar cuál es el nivel de salud del ciclismo; si mi hijo no queda entre los diez primeros, es que el pelotón está dopado». El vástago de McQuaid se retiró en la sexta vuelta.Entre el CONI y McQuaid pretenden sancionar a Valverde durante cuatro años. Lo paradójico es que cuando pueda correr en Italia, a mediados del próximo curso, no podrá hacerlo en el res- to del mundo. Para demostrar su inocencia, Valverde ha ofrecido su ADN, si la prueba se hacía en un laboratorio de Suiza, territorio neutral, y no lo han aceptado. Po- ner hoy la mano en el fuego por cualquier deportista profesional es un acto de fe, y las relaciones de Valverde con Eufemiano Fuentes y Walter Viru parecen suficientemente probadas durante su estancia en el Kelme. Jurar limpieza de sangre durante ese espacio de tiempo equivale a quedarte con el muñón. Pero, a partir de 2005, se acabó. Me pregunto si no sería justo que Alejandro cumpliera la sanción italiana. Caso contrario, habría que exigir la dimisión del inquisidor y presunto dopado McQuaid, que también corrió con nombre falso en Suráfrica en plena batalla contra el «apartheid». O prescriben todos los delitos o ninguno.