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Opinión / Se incrementa el desastre educativo

La Razón
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Según ha hecho público la Oficina Europea de Estadística, España no sólo no se ha acercado a los objetivos educativos previstos para 2010, sino que se ha alejado de ellos en los últimos diez años. Tan sólo un 59,9 por ciento de jóvenes de entre 20 y 24 años ha realizado estudios de Bachillerato o de Formación Profesional de grado medio en nuestro país, lo que supone un descenso del 6 por ciento desde el año 2000, y con clara tendencia a continuar descendiendo. El objetivo para 2010, ya claramente inalcanzable, era un 85 por ciento.
Países como Polonia, la República Checa o Croacia superan ya el 90 por ciento en titulados en Secundaria no obligatoria. España sólo supera a Portugal, Malta, Islandia y Turquía. Y lo más alarmante es que la Unión Europea considera que estos jóvenes carentes de formación están en situación de riesgo social; es decir, que resultará muy difícil que encuentren empleo, especialmente en tiempos de crisis económica como los actuales. Con ello, están en claro camino hacia la exclusión social.
 Pues bien, éste es el resultado de veinte años de demagogia educativa. Es el sangrante resultado de veinte años de imponer en el sistema de enseñanza una pedagogía que, ironías de la vida, se anunciaba a sí misma como el colmo de lo igualitario y no excluyente. Una pedagogía que se ha extendido incluso más allá de los límites del sistema de enseñanza, llenando de inseguridades y complejos a los padres e incrementando hasta niveles preocupantes los problemas psicológicos de los adolescentes. Una pedagogía igualitaria de farsantes, que pretendía –y lo ha conseguido, a base de impedir el esfuerzo de superación personal y la búsqueda de la excelencia– igualar a todos en el nivel de los peores, en el lamentable nivel intelectual de sus propugnadores, que eluden por sistema cualquier debate sobre el asunto.
Las consecuencias de esta pedagogía de farsantes para el conjunto de la sociedad son evidentes: al empobrecimiento intelectual ha seguido necesariamente el descenso de la competitividad del país y el empobrecimiento económico. La actual situación de paro galopante es una consecuencia de la crisis económica, sí, pero las especiales dificultades para salir de ella de un país que se consideraba una de las primeras economías mundiales tienen mucho que ver con la pésima formación de sus ciudadanos más jóvenes, con un sistema de enseñanza que lleva veinte años secuestrado por unos iluminados que, en su comportamiento, se asemejan más a una secta que a un cuerpo de especialistas en educación. Por cierto, tampoco resulta muy igualitario que ese empobrecimiento general del país se haya hecho recaer sobre pensionistas y funcionarios –entre ellos, los docentes–, manteniéndose al mismo tiempo una ingente cantidad de empresas públicas deficitarias y «observatorios» de más que dudosa finalidad, además de una injustificable cantidad de coches oficiales. Parece que los igualitarios gozan de discriminación positiva a ese respecto.
En cualquier caso, para salir de la crisis, ahora toca competir con países que nos superan en casi un 40 por ciento en la formación de sus jóvenes. ¿Estarán los responsables políticos de nuestro sistema de enseñanza dispuestos a rectificar por fin sus delirantes doctrinas pedagógicas, y a permitir que los verdaderos profesionales de la enseñanza –los profesores– cumplan con su función?


Gonzalo Guijarro es portavoz de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía (APIA)