Feria de Bilbao

Castella resucita una tarde para el olvido

- Valencia. Novena de la Feria de Fallas. Se lidiaron reses de Las ramblas, tercero como sobrero, mal presentados y de mala clase, salvo el sexto, de mejor juego. Lleno en los tendidos. - Juan Mora, de azul pavo y oro, pinchazo, dos descabellos (silencio); media, dos descabellos (silencio).- Enrique Ponce, de grana y oro, estocada, aviso, descabello (saludos); estocada (sielncio).- Sebastián Castella, de azul cielo y oro, estocada caída (silencio); media, descabello (oreja).

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El quite por chicuelinas de Castella debió ser algo así como una premonición colectiva. Caía la tarde hasta entonces con una moruchada de Las Ramblas infumable. Por dentro y por fuera. Mala clase desarrolló una "corrida"que era la hermana pequeña de otras tantas lidiadas en esta plaza en esta misma semana. Fea de hechuras, destartalada y con la mala clase en el último tercio, violentos derrotes para defender con hachazos lo que no entregaba por abajo.

Estábamos ya a la desesperada, pensando en la lucha de volver al hotel y atravesar una plaza del Ayuntamiento que vive abarrotada de día y de noche, sin atender ya las horas del reloj. En cambio, pasó el sexto con más intención por el caballo y se lució Javier Ambel en banderillas hasta desmonterarse. Primer toque de atención del festejo. El francés se fue al centro del ruedo. Nos esperaba, apuesta segura, un pase cambiado por la espalda. Llegaron dos, perfectos, inmóviles, ciegos al miedo, y un precioso cambio de mano al que abrochó un pase de pecho... ¡Manzanares qué buenos recuerdos! de engancharlo adelante y llevarlo cosido a la muleta hasta el final. Tenía el toro la virtud de arrancarse pronto, al primer toque, en la distancia, y eso hace que el público esté metido en la faena de lleno. Supo Castella aprovecharlo, le dio su espacio y desde ahí citó. Las tandas diestras tuvieron ligazón y limpieza, largura, como si los pases estuvieran tersos. Listo el torero, dio el toque preciso cuando el toro se despistó. Menos registros tuvo al natural y como el toro se había quedado en menos cuando quiso retomar el camino, tiró ya Castella por el filón seguro de los circulares que funcionan en un pueblo o en plazas como Valencia. De haberle aguantando el toro...

Con el tercero, que fue sobrero pero del mismo hierro, resultó imposible. Embestía defendiéndose, por arriba, con derrotes violentos y andarín y distraído en la suerte suprema. Un rollo.

Así se los llevó también Juan Mora, con un primero muy molesto, desagradable y que daba la sensación de que le podía levantar los pies del suelo en cualquier momento. Lo intentó Mora y sobre todo por el izquierdo con una pureza como si estuviera toreando a un bendito. Más de lo mismo en el cuarto, pero con dos desarmes y el desencanto más evidente.

Enrique Ponce quiso irse de Fallas de otra manera. Pero no hubo forma. El segundo tuvo cero ganas de emplearse y Ponce sacó el oficio, y el temple, y las ganas, pero apenas había qué rascar. La estocada tuvo peso. Ya fue un logro que el cuarto en vez de defenderse se dejara. Pero no más. Y ahí quedó el ánimo, diluído entre la nada. Porque la tarde había sido para el olvido. Olvido que resucitó Castella, aunque sólo fuera por un instante.



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