Londres

Los cursis polisémicos

La Razón
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En un Parlamento tan falto de brillantez oral como el español, ha sido inaugurada su fase polisémica. Rodríguez Zapatero, muy enfadado, recordó que lo de Afganistán no es una guerra, sino un «escenario bélico». La Segunda Guerra Mundial no supuso, por lo tanto, una guerra en su sentido textual, sino un «escenario bélico de desproporcionada extensión». Y la Guerra Civil en España, «un escenario bélico de características hogareñas». Pero lo mejor estaba por venir. José Antonio Alonso, el íntimo de Zapatero y portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, nos reveló que los ingleses usan de la palabra «war» –guerra–, con vocación polisémica, es decir, que manifiesta polisemia, o lo que es igual, pluralidad de significados de una palabra o de cualquier signo lingüístico. He llamado a Londres a mi amigo Mark Inch, con quien coincidí quince meses en Andalucía la Baja, y su respuesta me ha preocupado: «‘‘War'' sólo significa "guerra", y el que afirme lo contrario es un asno». Mark está muy influido por Wodehouse y utiliza el término «asno» con precisión, humor y frecuencia.

Los huevos, por ejemplo, son polisémicos. El endocrino que recomienda a su paciente que tenga cuidado con los huevos, no sólo le está anunciando que la excesiva ingestión de yemas y claras puede elevarle el nivel del colesterol, sino que hay una mesa en su despacho de afiladas esquinas, que de no esquivarla a la salida, puede resultar dolorosa en determinadas colgaduras corporales. Se contaba de la monjita que ingresó en un autobús abarrotado de usuarios con una bolsita mientras advertía con cándida voz que «cuidado con los huevos». Un amable viajero le afeó su imprudencia: –Hermana, ¿cómo se mete en un autobús lleno de gente con una bolsa de huevos?–; a lo que ella respondió: –¡Pero si no son huevos! Son alfileres–. Polisemia.

La amable y clásica –Quevedo–, definición de «hijo de puta» también es polisémica. La Real Academia Española admite diferentes acepciones. Para un argentino, «hijo puta» es un elogio, y muchos españoles lo usan como el no va más de la acumulación de virtudes. «Es un tío de puta madre». Lo mejor que se puede ser en España, a estas alturas del siglo XXI, es «un tío de puta madre». Por ello, nadie puede enfadarse con quien le llama «hijo de puta» por la calle y sin motivo alguno, y en caso de que intervenga el juez, éste habría de preguntar al emisor del calificativo: –¿Lo ha dicho usted con intención polisémica?–; a lo que el reo, si no es imbécil, responderá: –Por supuesto, señoría. Polisemia total». Y a ver quién es el guapo que empapela al polisémico.

Asno o burro son voces polisémicas. Animal solípedo, armazón, rueda dentada de madera, juegos de naipes, persona bruta, botín de cuero con suela grasa y escalera de tijera, entre otras cosas, siempre de acuerdo con el Diccionario de la RAE. De tal forma, que si en un arranque de diversión semántica, se me ocurre decir que Zapatero y Alonso son unos burros, que lo son, ¿quién me demuestra que no los he llamado «escaleras de tijera»? Ventajas e inconvenientes de la polisemia.