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Una lección de serenidad por Álvaro Siza Vieira

La Razón
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Nada me puede producir más alegría que saber que el premio Príncipe de Asturias ha ido a parar a las manos de un príncipe como es Rafael Moneo, un maestro de la arquitectura al que conozco desde hace muchos años y al que respeto porque ha sabido construir desde la sabiduría y porque con este premio se reconoce a uno de los más grandes creadores en el más amplio sentido dela palabra.

Su trayectoria siempre ha estado definida por la calidad, desde sus comienzos hasta las obras que están por venir. Lo ha hecho todo desde la mesura y ofreciendo siempre una lección de serenidad y pulcritud, como muy bien han sabido apreciar los miembros del jurado. Su obra, como la de todo buen maestro, no posee un hito que la marque, sino que es un conjunto en el que no hay estridencias y en el que cada pieza es tan importante como las demás. Eso es precisamente lo que distingue a un maestro de quien simplemente se dedica a la arquitectura. Rafael Moneo ha sabido dar respuesta a necesidades muy puntuales a traves de los materiales y se ha enfrentado en ocasiones a retos que no eran nada sencillos pero de los que ha salido airoso a base de trabajo, trabajo y trabajo y de su inmensa capacidad de diálogo. Es un orgullo que digan que nuestras maneras de construir tiene puntos en común, un verdadero orgullo.