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Si gana Romney: Un socio privilegiado por José María Marco

España aumentaría las exportaciones a EE UU, al que abriría la puerta a Iberoamérica

La Razón
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Enero de 2013. Después de su toma de posesión en la colina del Capitolio, Mitt Romney se encamina al Despacho Oval en la Casa Blanca. Dos asuntos le esperan. Uno, la promesa de afrontar desde el «día uno» de su mandato la agresividad de China. El otro es lo que los norteamericanos llaman el «precipicio fiscal» («fiscal cliff»), que es lo que les espera si las instituciones no llegan a un acuerdo para reducir el déficit. En tal caso, se pondrá en marcha una reducción automática del gasto que afectará a los programas sociales, a los de defensa y al personal. Al mismo tiempo, subirán –siempre automáticamente– los impuestos hasta el nivel que tenían en los años 90.

Con la victoria de Romney en las elecciones presidenciales los republicanos han vuelto a controlar el Senado. Romney no tiene problemas para poner en marcha su plan, encaminado a evitar el «precipicio» (es decir, la gigantesca retirada de dinero de manos privadas) y a impulsar el crecimiento económico mediante la bajada y la simplificación de los impuestos a empresas y a particulares. Si nos atenemos a lo ocurrido en los años 80, es posible que el déficit aumente, pero también es probable que la economía norteamericana vuelva a recuperarse, como pasó entonces. Además de volver a ser un país en el que hacer grandes negocios, Estados Unidos volverá a tirar de la economía mundial. Como la economía española ha hecho un esfuerzo considerable en austeridad y competitividad, que se ha traducido ya en un aumento de las exportaciones, el nuestro es uno de los países con mejores bazas para aprovechar esta circunstancia. Nos disponemos por tanto a exportar más a un país que ha recobrado la confianza en sí mismo y vuelve a crecer, a consumir y a crear empleo.

La beligerancia ante China se ha ido matizando en los meses de transición. Para compensarla, la Administración Romney ha empezado ya a profundizar en la propuesta de una zona de libre comercio que recoge la herencia de Obama en el Pacífico y la amplía a los europeos. También en este caso, España es un ejemplo de voluntad reformadora y aperturista para el resto de los países amigos. Si el Gobierno español juega bien sus cartas, puede convertirse en un socio privilegiado de Estados Unidos tanto en Europa como en Latinoamérica, donde Romney se dispone a retomar la agenda global de libertad comercial abandonada hace años. La nueva Administración concede un valor estratégico a la posición de España ante Latinoamérica y también ante sus propios conciudadanos de origen hispano, un electorado que tiene que esforzarse por volver a atraer. Es una baza extraordinaria para nuestro país.

Europa, claro está, no quiere salir de su sueño posthistórico de convertirse en una Suiza grande (sin el patriotismo y el orgullo helvético). Aun así, Romney, que va a frenar la caída de los gastos de defensa hasta situarlos en un cuatro por ciento del PIB, se dispone a pedir a sus aliados que hagan algún esfuerzo en contrapartida. El cambio puede redundar en grandes beneficios para la industria y la investigación española. Por otro lado, ante los retos que se plantean en África y en Oriente Medio, la Europa periférica no se puede permitir el lujo de seguir con la ensoñación de la paz perpetua. Así que, sin necesidad de grandes gestos, España se encuentra ante la oportunidad de recuperar una posición internacional relevante en el concierto de las naciones, de las alianzas estratégicas y las instituciones. Con la recuperación del orgullo y el sentido de la responsabilidad por parte de los norteamericanos, los españoles podemos dejar atrás por fin la devastadora plaga del buenismo.

La llegada a la Casa Blanca de un presidente que cree en el esfuerzo, en el trabajo duro, en la iniciativa y en la empresa privada nos da una oportunidad de volver a la Historia. En términos prácticos, eso quiere decir rentabilizar fuera de nuestras fronteras el esfuerzo de saneamiento y competitividad realizado en los últimos tiempos. Todo está en que sepamos hacerlo, y en manifestar y dar cauce a nuestra ambición. A veces, si se quiere de verdad, la realidad acaba pareciéndose en algo a lo que se había deseado.