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Andorra

España de fuel oil

La Razón
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Se acabó el tiempo de comparar la lidia con el sufrimiento de la langosta en un caldero, con los corderillos oliendo la sangre de sus congéneres guillotinados en el patíbulo de la granja, con la pesca de río y la llevada y traída trucha asalmonada. De éstas y otras estúpidas comparaciones el que escribe estas líneas está hasta ahí. Exactamente hasta ahí abajo. No hace falta recurrir más a estos pueriles argumentos, que van en descrédito de esta Fiesta de lunas, de muerte y de sangre. La causa precisamente de que la revelación artística de este espectáculo sea tan profunda e intensa y, como en el flamenco –donde se muere también de otra forma–, el calambre suba por las plantas de los pies. Un calambre irracional, inexplicable. «¿Que por qué soy aficionada a los toros, sabrías explicar tú acaso cómo empezaste a montar en bicicleta?», me dijo un día antes de una tarde de toros en La Maestranza Lore Morning, la presidenta del Club Taurino de Nueva York.Ahora sólo es tiempo de analizar cómo nos ha goleado la selección de Andorra. Y buscar soluciones, claro. Ahora es tiempo de analizar cómo al segundo espectáculo de masas de este país, de unos ingentes atractivos artísticos y económicos, le han doblado la muñeca cuatro gatos bañados de pintura roja Titanlux. Mis respetos para esos cuatro gatos que no tienen por qué entender la Fiesta, pero que no son más que eso, cuatro gatos. Y no precisamente con las banderas intelectuales de otras épocas. Entre ilustrados como Jovellanos, noventayochistas como Unamuno o aguerridos como Eugenio Noel; y los «mosterines» de hoy hay un abismo. Nos ha ganado, digo, la selección de Andorra. El toreo tiene adeptos suficientes como para convertirse en un robusto «lobby» y torear sin demasiados aprietos estas embestidas nacionalistas cuyo único disfrute, por cierto, es aupar el guerracivilismo y la política del rencor y la trinchera. Pero para eso hace falta lo que nunca ha existido en el mundo de los toros: unión, amplitud de miras, astucia negociadora. Mientras esta maravillosa Fiesta de los toros siga navegando sobre una patera, las cosas no van a cambiar. La abominable decisión del Parlamento catalán tiene que servir como acicate y como estímulo definitivo. A los señores Montilla, Carod Rovira y Mas sólo les pido que dejen de fumar puros sobre la charca de fuel oil en la que han convertido España. Están sembrando males peores que la prohibición de esta bendita Fiesta de los toros.