Luxemburgo

Quiebras y rescates por Ángela Vallvey

La Razón
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Los balances de los bancos no cuadran, y en ellos está la piedra angular de esta recesión. Una «contrariedad» global. Cuando en 2007 empezaron los problemas en el británico banco Northern Rock, que finalmente sería nacionalizado, Gran Bretaña asistió atónita a un acontecimiento estremecedor. La broma le costó al Estado 25.000 millones de libras. No lograron venderlo, ninguna institución financiera pudo adquirirlo. No era una bicoca. Poco después llegarían los sucesivos desastres de Bear Stearns, en 2008, y de Fannie Mae y Freddie Mac, las «government sponsored enterprises», que se habían tragado tanta basura hipotecaria norteamericana que, cuando pegaron el reventón, dieron lugar a «la mayor nacionalización de la historia del mundo». Y del universo. Su «registro de negocios» alcanzaba los 5 o 6 «billion» dólares. («Pa'vernos matao»). No hablaremos de Lehman Brothers y su suspensión de pagos, porque las cifras dan miedo. Ni de cuando Bélgica, Luxemburgo y Holanda nacionalizaron el banco Fortis a costa de unos cuantos miles de milloncejos de euros. Ni de Hypo Real Estate, la gigantesca entidad hipotecaria alemana que, por las mismas fechas, tuvo que ser rescatada al módico precio de 50.000 millones de euros. Y ni palabra del petardazo del sistema bancario de Islandia. Tampoco mencionaremos a RBS ni los 20.000 millones de libras (esterlinas, of course) que le metieron fresquitos desde la gayola tributaria del contribuyente. Total, menudencias. Las escandalosas quiebras, y los consecuentes rescates (de enormes consecuencias) de bancos europeos y americanos nos han parecido a todos la cosa más lógica, pese a que el dinero empleado en ellos serviría, poniendo billete tras billete, para tender un puente hasta Plutón. Claro que, por entonces, nosotros estábamos mejor que en brazos, con el sistema financiero más sólido del mundo, que permitió forjar la gaseosa Bankia sin líquido. (Ay, Señor).