Badajoz

Día de las Fuerzas Armadas

La Razón
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Mañana se celebrará el día de las Fuerzas Armadas en Badajoz. Oiremos bastantes tópicos y alabanzas huecas aunque sólo por un día. Luego caerán en el olvido hasta que pase algo desagradable y empiecen a surgir los habituales reproches de índole política. Pienso que el mejor regalo que se puede hacer a los Ejércitos en este día es tratar de comprenderlos y ayudarlos en estos momentos en que tan mal se sienten.Quizá el origen de la crisis de naturaleza moral que sufren los militares españoles se remonte a diez años atrás, cuando se decidió suprimir el servicio militar obligatorio, la mili, sin simultáneamente iniciar un debate nacional acerca del papel de las nuevas Fuerzas Armadas profesionales. Se tomo aquella medida sin tratar de comprender su profundo significado para los militares y para la sociedad española. En disculpa de los que en su día la tomaron, quizá haya que señalar que la mili se había deteriorado a través de la coladera que significaba la objeción de conciencia y que había perdido su carácter de deber universal y aportación generosa de la juventud a la idea de España. Quisiera que se me entendiera bien. Yo no estaba ni estoy en contra de profesionalizar las Fuerzas Armadas. Particularmente para la Armada era casi imprescindible. Sólo creo que fue negativo no tratar de explicar al pueblo español lo que aquello traía consigo.A partir de aquel momento teoría y realidad empezaron a separarse y hoy hay claras disfunciones entre el ordenamiento legal de las Fuerzas Armadas y su día a día. Como ejemplo, se podría citar el caso de la sanción y correspondiente destitución del General Mena por recitar una parte de la Constitución. No quisiera entrar en si fue acertada o no la mención al Estatuto de Cataluña por un militar en activo. Sólo quisiera señalar que el silencio con que la clase política acogió esta sanción parecía indicar que lo que dice la Constitución sobre que los Ejércitos son la garantía de la integridad territorial española, estaba superado, al menos sociológicamente. Admitamos que esto es así, que letra y realidad se han separado en cuanto a los Ejércitos de España se refiere, pero, ¿entonces quién garantiza nuestra unidad? Se podrá contestar que la voluntad del pueblo español, pero ¿expresada a través de quién ? ¿De esa clase política a la que los españoles sitúan como una amenaza?No tengo las respuestas a lo que los españoles deben exigir y esperar de sus Fuerzas Armadas, pero creo que se debe iniciar un debate profundo sobre ello, lo que posiblemente también requiera revisar la esencia de nuestra unión. Debate que los seis años de gobierno socialista y la crisis han hecho imprescindible en aspectos como la organización territorial, las funciones del Estado o la sucesión de la Corona. Tarde o temprano se tendrá que revisar todo esto y reflejarlo en la Constitución. Cuando esta hora llegue –para mí ya ha llegado– que no nos olvidemos de los Ejércitos.Los militares actuales creo que se sienten un poco como mercenarios. Es decir, pagados por el gobierno de turno pero incomprendidos por el pueblo y por dicho gobierno. El hecho de tener un componente de extranjeros en las Fuerzas Armadas, el que el Gobierno no trate de explicar los motivos para las misiones en el exterior, los bandazos que éstas han sufrido y los pobres resultados de nuestra acción global exterior, no favorecen el acercamiento del pueblo a los Ejércitos. Se los ve como un instrumento más al servicio del Ejecutivo. Pero empuñar armas y arriesgar la vida por un fin político y colectivo requiere algo más que el sueldo. Y esto no se arregla tratando de desviar la atención sobre la esencia de los Ejércitos al destacar los aspectos humanitarios propios de ciertas misiones eventuales, sino reflexionando sobre lo que merece ser defendido por la fuerza si por la fuerza es atacado. Otro aspecto que no ayuda a mantener alta la moral procede de la sistemática campaña contra la autoadministración de los Ejércitos, especialmente en el área de personal y de la enseñanza militar. De claras raíces ideológicas se trata de «civilizar» a los militares desde su selección y formación hasta su progresión de carrera, dotándoles de códigos éticos de conducta habitual y utilizando el talismán de lo conjunto para sustituir motivación y valores esenciales para empuñar las armas, por otros más propios de unos mitos humanistas, universalistas y confusos. Todo esto, a la vez que se atacan los símbolos y tradiciones militares.La culminación de todo este proceso político es la Ley de la Carrera Militar de 2007 actualmente en proceso de implementación. Esta nefasta Ley ha supuesto el último de los bruscos cambios de expectativas y motivaciones para Oficiales y Suboficiales, sin haber estado motivada por nada identificable que no sea esa manía ideológica a la que antes hacía referencia. Ha supuesto la integración instantánea de las diferentes escalas con criterios muy discutibles.La administración militar, esencialmente política y civil en su composición, no debe confundirse con los militares. El Ministerio de Defensa no es un ministerio más. El jefe del personal no es el Subsecretario sino el correspondiente Jefe de Estado Mayor de cada Ejército. El legislador militar debe comprender y respetar más al militar. Lo conjunto, esencial para la conducción de las operaciones, no debe constituir una escusa para tratar de borrar la personalidad y el modus operandi propio de los tres Ejércitos. La esencia de la razón de ser de esta fuerza organizada a la que llamamos Armada y Ejércitos es la voluntad de la sociedad a la que sirven de emplearlos. Voluntad expresada en nuestro caso a través del Gobierno democráticamente elegido pero que realmente debe surgir del pueblo. Éste es el debate que se les debe a los marinos y soldados de España no sólo en el día de hoy sino en un futuro inminente.

Almirante. Ex Segundo Jefe del Estado Mayor de la Armada