Culturas

Noche de ronda

El pueblo mexicano homenajeó a Chavela Vargas en la Plaza Garibaldi

Los mariachis se congregaron frente a las puertas del hospital donde falleció la artista, en Cuernavaca
Los mariachis se congregaron frente a las puertas del hospital donde falleció la artista, en Cuernavacalarazon

Quienes saben de esto dicen que nunca nadie cantó a José Alfredo Jiménez (ni tampoco al «flaco de oro», Agustín Lara) como lo hizo ella. Ponía, dicen quienes de esto entienden, un desgarro que electrizaba y hacía suyas las canciones paridas por otros. Por eso México entero lloraba ayer la partida de Chavela Vargas (que no era mexicana de nacimiento), esa que ella intuía y que sabía tan cercana cuando desde Madrid, hace dos semanas, no más, se «encabronaba» porque no podía poner rumbo a su tierra tal era su delicado estado de salud. Guitarrón en mano, los mariachis no dejaron de cantar frente al hospital en el que la «dama del poncho rojo» murió («Quise hallar el olvido al estilo Jalisco,/pero aquellos mariachis y aquel tequila me hicieron llorar...»). Fue una congregación espontánea, llena de vida, como a ella le hubiera gustado. Era un tributo de quienes aún la quieren ver subida a un escenario, aunque sea con el recuerdo. Pasaron horas frente a la puerta, con su sombrero charro, a pleno sol, dejándose los dedos entre las cuerdas. Se escuchaba: «Tómate esta botella conmigo,/en el último trago nos vamos./Quiero ver a que sabe tu olvido/sin poner en mis ojos tus manos...».

Cuando tú te hayas ido
Él, José Alfredo, le dio la mano en el mundo de la canción y fue el compositor de sus mayores éxitos. Cuentan que cuando Jiménez falleció la artista llegó al velatorio en estado de embriaguez y se desplomó junto al féretro. Su viuda, al ver que iban a retirarla, dijo: «Déjenla, que está sufriendo tanto como yo».

El cuerpo sin vida de Chavela llegó a México (su patria de adopción, ayer) y de allí fue trasladado a la Plaza Garibaldi, lugar de reunión y casi de peregrinaje en la capital mexicana para cualquier mariachi que se precie y para quien sepa apreciar el encanto de una ranchera en estado puro, sin aditivos ni conservantes. «Amanecí otra vez entre tus brazos/ y desperté llorando de alegría/ me cobijé la cara con tus manos/ para seguirte amando todavía...». Fue una de las canciones que inmortalizó. Y allí se la cantaron. «Cuando tú te hayas ido/ me envolverán las sombras./Cuando tú te hayas ido/ con mi dolor a solas...» Sonaba triste, más que de constumbre en esa inmensa plaza que huele tanto a música y alcohol y que es México en estado puro. Y hasta el recinto abierto llegaron Lila Downs y Eugenia León y Los Macorinos para darle un adiós último a «la chamana».

Junto con el de la música, otro homenaje se le tributará hoy en el Palacio de Bellas Artes de la capital azteca. Sus restos serán incinerados y las cenizas, esparcidas en un cerro de Tepoztlán (Morelos), donde ella quería descansar.


Una catedral en la que todos caben
La muerte de Chavela desató una ola de reacciones de artistas y políticos, entre ellos el presidente Felipe Calderón, quien dijo que ella «se queda con nosotros en sus canciones». «Siempre vivirá en nosotros!!», aseguró la intérprete mexicana Lila Downs en su cuenta de Twitter, mientras que Paulina Rubio señaló que su música seguirá viva por siempre. Pedro Almodóvar no fue ajeno a la pérdida. Y escribió: «Chavela Vargas hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos, y de la que se salía reconciliado con los propios errores».