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Francia y el voto de los «apestados» por Alfredo Semprún

La Razón
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La legislación francesa establece de antiguo que para ser candidato a la presidencia de la República hay que contar con el aval de, al menos, 500 cargos públicos elegidos en las urnas. Una modificación añadió un requisito más: el nombre y apellidos de los avalistas serían de conocimiento general. Con una plantilla de 50.000 cargos electos entre senadores, diputados, concejales y alcaldes, no debería ser una misión imposible para ningún candidato alcanzar los 500 respaldos. Pues bien, Marine Le Pen consiguió ese número in extremis. A seis días del límite para presentar los avales, al Frente Nacional le faltaban 48 respaldos. «Nos han fallado algunos alcaldes que nos lo habían prometido, pero que les da miedo que su nombre figure en nuestra lista de apoyos. Temen quedarse sin algunas subvenciones públicas», se quejaba Le Pen. Hubo, incluso, una consulta al Tribunal Constitucional para solicitar la vuelta al procedimiento anterior, cuando las identidades de los avalistas quedaban reservadas, pero no se cambió la norma. Al final, el Frente Nacional pasó el corte y su candidata fue votada por 6.400.000 ciudadanos, batiendo en más de un millón de sufragios el mejor resultado de su padre, Jean Marie Le Pen.

Definitivamente, a los franceses no les gusta Alemania

Ahora, los analistas políticos franceses hacen cábalas sobre las causas de ese incremento del voto ultraderechista y dibujan perfiles del votante tipo que, pasmo de los tiempos, ya no corresponde a un xenófobo, machista y pequeño burgués, sino a gentes preocupadas por los problemas cotidianos del paro, la inseguridad y la falta de vivienda. Gente excluida de las ventajas de la globalización, que ven deteriorarse su modo de vida. La eterna Francia rural, a la que se ha unido la de los jóvenes con formación, condenados a vivir peor que sus padres, y la de los obreros, castigados por la deslocalización de las industrias y la competencia de la mano de obra inmigrante. En definitiva, votantes proclives a dejarse seducir por los cantos de sirena del populismo.

Cabría esperar de los dos grandes partidos de Francia que se mantuvieran en sus principios, pero, queridos amigos, el recurso al populismo no es sólo una tentación irresistible en periodo electoral, sino que, además, es trasversal. Conscientes de la amalgama de sensibilidades que ha respaldado a Le Pen, el socialista François Hollande se apunta con entusiasmo a la ley del velo, contra la que votó en la Cámara, y su rival, Nicolas Sarkozy, da un giro de 180 grados y se declara partidario de uno de los proyectos estrella de la ultraderecha, la ley de «presunción de inocencia» para la Policía, que hace sólo tres meses fue calificada por su ministro del Interior, Claude Guéant, de «licencia para matar».

Ambos, pues, han abierto sus brazos y han dicho «os comprendo» a unos votantes que piden la salida del euro, la vuelta al proteccionismo, el cierre de fronteras y más «mano dura» contra los musulmanes. Pero, sobre todo, que no aceptan que sea una Alemania hegemónica en Europa quien decida sobre el futuro económico de su país. Ahí, Hollande, adversario declarado del pacto fiscal, parte con ventaja. Un repaso a las propuestas económicas de los candidatos en la primera vuelta nos dice que más del sesenta por ciento de los franceses han votado contra el «matrimonio» Merkel-Sarkozy y sus recetas de ajuste duro. Definitivamente, a los franceses no les gusta Alemania.

A Sarkozy, por el contrario, se le reducen las opciones. Sabe que un giro al centro le lleva directamente a la derrota, porque los votos de Bayrou, que ha sufrido un fuerte retroceso con respecto a 2007, son insuficientes. Sólo atrayendo a la mayoría de los lepenistas puede darle la vuelta a unas encuestas que le pronostican la derrota. Pero ya le votaron una vez y no se fían. No les parece suficientemente de derechas.



Irán: llega el calor, pero la policía vela por la moral

En la imagen, tomada en una calle de Teherán durante las últimas elecciones, se observa a unas jóvenes cubiertas por el pañuelo. Sólo una de ellas lo lleva correctamente, según los criterios de la Policía que, «acuciada por las reclamaciones del pueblo», ha puesto en marcha la llamada «campaña de verano». Los agentes se desplegarán por las calles, avenidas y centros comerciales para recordar a las mujeres la forma adecuada de vestir: el velo, preferiblemente oscuro, debe cubrir la cabeza, sin que se pueda dejar al aire más que un mechón de pelo. Igualmente, se prohiben los vestidos «vulgares». Las mujeres sorprendidas serán castigadas con una multa y no podrán abandonar la Comisaría hasta que algún familiar les lleve ropa decente. Y si hace calor, pues se aguantan. (Foto: Efe/S. Sabawoon)


Siria: un mal presagio
La Policía libanesa ha confirmado que el islamista Abdel Ghani Jawhar, líder del movimiento integrista «Fatá al Islam» y uno de los terroristas más buscados por las autoridades de Líbano ha muerto en Siria cuando le estalló una bomba que estaba armando. La noticia se une al hallazgo de armas y municiones procendentes de Libia que, sin duda, iban destinadas a la resistencia siria. Mal presagio para el futuro de la tregua acordada por Naciones Unidas. De una paz cercana, ni hablamos.