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Christian Lacroix en la ruina

La asfixia financiera del creador es tal, que el martes presentará en París una colección de alta costura elaborada con retales sobrantes de otras temporadas

Christian Lacroix, en la ruina
Christian Lacroix, en la ruinalarazon

La crisis aprieta y quizá ahogue, pero Christian Lacroix tiene madera de combatiente. Es de los que se crecen ante la adversidad y no tiran la toalla. Sin llegar de momento a ser un ave fénix, porque para renacer de sus cenizas primero hay que haber caído abatido y el costurero francés aún no se ha rendido a pesar de estar en la ruina. Asfixiada financieramente y en suspensión de pagos desde el pasado dos de junio, su marca de Alta Costura se debate contra todos los elementos por su supervivencia. La incertidumbre acecha, pero, de momento, el creador de Arles, de 59 años, ya ha ganado una batalla: desfilar en el calendario oficial la próxima semana. El martes se verá una colección otoño-invierno sin precedentes obra y gracia del empeño de su equipo y la solidaridad e indulgencia de los proveedores, algunos sin cobrar desde hace tres años. Un desfile «intimista», asegura la casa, y para sólo 200 invitados en lugar del habitual millar.En esta ocasión no será ni bajo los fastos de la Escuela de Bellas Artes de París, como durante años ha acostumbrado, ni en el moderno Centro Pompidou, donde se le ha visto las últimas veces. En esta ocasión no ha podido elegir. Al contrario, ha tenido que agradecer al Museo de Artes Decorativas –que hace no mucho tiempo le consagró una exposición monográfica– que le ceda benévola y gratuitamente sus espacios este martes 7 de julio. Modelos solidariasLas propuestas de la próxima temporada tendrán quizá aires de «déjà vu», pues está confeccionada a partir de retales –que no «restos de serie»– sobrantes de un centenar de piezas de costura que se conservan para el futuro museo del artista. Apenas 20 siluetas sobre modelos profesionales o simples diletantes –aún está por decidir– que las lucirán también de manera desinteresada. Como desinteresadamente las han construido las «petites mains», las obreras y obreros de la aguja y la tijera en una muestra de fidelidad y cariño hacia el diseñador. Lacroix mostrará esta modesta colección sin apuro alguno. Sólo quizá con la comprensible nostalgia de tiempos mejores y el cargo de conciencia de que son muchos los puestos en peligro: 120 de los 125 empleados actuales. De la misma manera, actualmente, Lacroix posee los 60 puntos de venta que tiene en Francia (departamento de ventas incluido), además de los 1.000 que creó en todo el mundo.«Ya en marzo, su colección de prêt-à-porter la elaboraron las mujeres que cosen la alta costura, que llevan 20 años trabajando codo con codo con él, porque las de prêt-à-porter se negaron a trabajar gratis una vez más», asegura el especialista en moda Jesús María Montes-Fernández, que es uno de los pocos que tiene garantizado un asiento en este particular desfile. Montes-Fernández revela además las precarias condiciones en las que se han elaborado los diseños: «La fábrica de Lacroix está a las afueras de París y literalmente han tenido que trabajar entre la basura porque no tenía dinero siquiera para pagar al servicio de limpieza», garantiza. De otro modo, su ausencia de los podios hubiera sido una estocada fatal. La sentencia de muerte del buque insignia de la Alta Costura parisiense, que desde hace más de dos décadas alimenta los sueños de tantas mujeres.Invitación por internetLacroix demuestra así ser un hombre de recursos. Es cierto que la «maison» agoniza, pero en el entorno del diseñador, hace un mes, nadie perdía la esperanza. «Estoy segura de que algo ingeniará para que podamos desfilar», confiaba su directora de comunicación. Dicho y hecho, pero con recortes. «La situación es tan preocupante que la convocatoria para acudir al desfile han sido cursadas vía internet,nada que ver con el derroche tradicional de la casa. El creador acostumbraba a enviar invitaciones maravillosas pintadas a mano, auténticas obras de arte», explica Montes-Fernández, que también adelanta que en el lugar del desfile tampoco estarán sobre las sillas el habitual lazo con el nombre de cada uno de los invitados ni el clavel reventón –rosa o rojo, dependiendo del ánimo del creador– que el propio Lacroix colocaba siempre para que su selecto público se lo lanzara al terminar la presentación de sus colecciones. Pero la espada de Damocles, impenitente, se cierne sobre él y su firma, propiedad desde 2005 del grupo Falic. A esta filial de Duty Free America, el número dos de la distribución libre de impuestos, y que todavía le debe 1,2 millones de euros en concepto de royalties y honorarios, culpa Lacroix de casi todos sus males. Errores de gestión y estrategia. Como la de apostar por la expansión de la marca por Estados Unidos y Oriente Medio, dos de las zonas más duramente afectadas por la crisis mundial. Las cifras de la casa francesa son elocuentes: las ventas de su prêt-à-porter han caído un 35 por ciento y la sociedad perdió diez millones de euros en 2008 por una cifra de negocio de sólo 30 millones. Es más, la colección prêt-à-porter otoño-invierno 2009 no ha podido materializarse debido a que la fábrica encargada es uno de los principales acreedores del modisto.Pero Falic no ha hecho sino heredar un balance que siempre fue negativo. Desde sus comienzos, el extravagante y luminoso colorido de sus creaciones ha contrastado con el rojo de sus cuentas. Apadrinado en 1987 por el número uno del lujo, el grupo LVMH, Lacroix nunca ha logrado dar beneficios aunque paradójicamente goza de una imagen y un prestigio incuestionables, asociados siempre a una mujer femenina, romántica de barroca elegancia. Pero el arte raras veces ha sido rentable. Y el creador de Arles concibe su trabajo como tal. Como una obra artística, intelectualmente concebida y de factura artesanal.Pero mientras el más mediterráneo de los grandes «couturiers» franceses, amante de lo español, la tauromaquia y la pintura goyesca busca un nuevo comprador, la justicia le ha dado seis meses para demostrar que la casa de costura puede ser todavía viable. Una pequeña tregua antes de enfrentarse a una eventual liquidación judicial.Lujo en crisisLa implacable crisis económica, que se está cebando sin clemencia con el sector del lujo, plantea además en el caso de Lacroix la vigencia de su particular estilo. Hay quienes piensan que está algo periclitado. El gusto de su clientela habitual también ha evolucionado. Las acaudaladas consortes de jeques y demás jerarcas miran cada vez más hacia Occidente. Y cada son más también los que vienen a París a hacerse con los arcanos de la Alta Costura para expatriar ese «savoir faire» a Oriente Medio, con costes de producción inferiores. En medio de esta debacle, lo que no parece peligrar son las diversas licencias de producción para las colecciones de hombre y novia. O, dicho de otro modo, Lacroix ha garantizado la continuidad de los 20 diseños por colección que distribuye en exclusiva por temporada la diseñadora catalana Rosa Clará. «Es más, ya tienen en mente otro proyecto en común: una serie de trajes de noche que se encargaría de producir la empresaria española para vender en las tiendas de Christian Lacroix», subraya Montes-Fernández.

Un creador de OscarComo ocurre con todos los grandes de la moda, la alfombra roja de Hollywood se ha puesto a los pies de Christian Lacroix. Suyo era el espectacular vestido color champán con el que Helen Mirren recogió su Oscar en 2006 por «The Queen». También puso su sello a los diseños que lució en su boda la cantante Christina Aguilera. Por si fuera poco, es el autor del actual uniforme del personal de tierra y la tripulación de Air France. Además, sus pijamas los usan los pasajeros que viajan en primera clase con esta aerolínea.

Invierno oscuroEl negro, invitado inesperado de su colecciónDe luto. Así se presentaron algunas de las modelos que el pasado mes de marzo lucieron los diseños de prêt-à-porter para el próximo invierno de Lacroix. En un garaje del barrio parisino de Marais, apostó por una sobriedad inusitada, tal vez reflejo de la humildad que le va a exigir su situación de bancarrota. Se vieron faldas cortas y plisadas además de chaquetas cortas ceñidas en la cintura. Sólo se permitió dar un poco más de vida a sus creaciones a través de juegos muy bien planteados de encajes, bordados y joyas.