Barcelona

El ex de Lara Dibildos se casará en Córdoba ante 400 invitados

El ex de Lara Dibildos se casará en Córdoba ante 400 invitados
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Novias y primocomulgantes se entrecruzan en el calendario de mayo. Es el mes de las flores, pero también de los aguaceros, sólo hay que ver el granizo que ha arruinado la cosecha en La Rioja. El caso es que algunas ya están en capilla, como esa Carolina López dulce y tranquila, nada que ver con las tensiones que siempre generaba –y en las que sigue– Larita Dibildos. El 5 de junio habrá bodón por todo lo alto en la cordobesa Lucena: ella irá de blanco marfil con un modelo «a medida» creado por Rosa Clará, que ya la tuvo como maniquí junto a las mujeres de otros deportistas, como Lorena Bernal, pareja del jugador del Arsenal Mikel Arteta; Olalla, novia de Fernando Torres; Yolanda, de Pepe Reina, y Tania, compañera de De la Red. En la inauguración de su tienda madrileña, en una esquina de la calle Velázquez, la barcelonesa escogió un ramillete que con la maternidad se convertirá pronto en ramillazo. Como el caso de Lorena, que será madre a primeros de julio. El embarazo truncó su ascendente carrera como actriz, ya que tiene los ojos más luminosos de nuestro cine. Bien lo sabe Arteta, que se la llevó a Reino Unido, donde están en paz y armonía aguardando a su primer retoño.

 

La hija de Laura, ausente

 

Pero volvamos a la boda de Fran Murcia y Carolina, en la que «mi hijo Fran, que está hecho un hombre, llevará las arras», cuenta el orgulloso padre, que mide 2,04 metros y sigue con problemas para encontrar talla. Lara, que ese día tiene teatro, no acudirá, aunque se lleva de cine con la actual pareja de su ex. Recuerdo su boda en el Ayuntamiento de Badalona, gran ciudad que se echó a las calles para ver a la novia, quien lució un despeluchado bolero en blanco visón que había usado hasta el abuso Laurita Valenzuela en las «Galas del sábado» con Joaquín Prat. Dio, eso sí, un aire de esos tiempos pasados en los que las presentadoras siempre eran exactas: era la época de Laura, Marisa Abad, la irrepetible Maruja Fernández, que ponía voz a los consejos de Elena Francis, y la oxigenada Irene Mir. Marisa supera hoy un cáncer con la misma valentía que lo hace Conchita Vilella en Barcelona.

 

El poeta José-Miguel Ullán no tuvo esa suerte, y con su fallecimiento recuerdo un viaje a México en el que coincidimos. Nos juntaron a Olano, Chari Gómez Miranda, Pilar Narvión, Tomás Cuesta y alguna hermana Moriarte. El grupo se dividió entre «cultos» –ellos, claro– y los incultos. Una noche, cenando en una terraza de Acapulco, Ullán soltó una de sus puyas al fraternal Olano. Hubo golpes, botellas por el aire y pasmo entre los representantes del turismo azteca, que veían una nueva invasión de Hernán Cortés. Olano a punto estuvo de estrellar algo sobre la bien montada cabeza del poeta y periodista. Qué noche la de que aquel día. Y así aguantamos quince más, viendo los desastres y destrozos del viento, que se cargó el mítico hotel del Prado y gran parte de ciudad de México. Buen momento para recordar quizá con nostalgia un país único y una expedición singular en la que Ullán y Manolo sentaban cátedra cada vez que hablaban.