Contaminación en Madrid

«Gorrillas»: 50 euros al día

La crisis ha multiplicado el número de aparcacoches ilegales / Se han impuesto un horario de oficina y consiguen verdaderos sueldos

Los gorrillas estarán prohibidos en Murcia
Los gorrillas estarán prohibidos en Murcialarazon

MADRID- Unos dicen que es mejor darles algo a que estén por ahí delinquiendo. Otros, que es una extorsión en toda regla. Los «gorrillas» o aparcacoches ilegales son una realidad en muchas zonas de Madrid y es habitual encontrarlos cerca de lugares donde acude mucha gente en masa y, por tanto, es complicado encontrar aparcamiento. Es decir, alrededor delBernabéu o el Calderón cuando se juegan partidos importantes, junto a Las Ventas cuando hay tarde de toros o algún concierto, en lugares de «domingueo» como el Zoo, la Casa de Campo, el Parque de Atracciones o el Teleférico y en las inmediaciones de los hospitales públicos más concurridos, como el Clínico o el Ramón y Cajal. Son sitios donde, por no buscar aparcamiento -ya que la mayoría lleva prisa o piensa que van a ser «sólo un par de horas»-, la gente prefiere pagar esta especie de «impuesto revolucionario» y que alguien le indique dónde puede aparcar su vehículo. «Es mejor darles algo a encontrarte el coche rayado a la vuelta, como les pasó a unos amigos», reconoce José Luis que, «desgraciadamente», va a menudo al hospital Ramón y Cajal a visitar a un familiar. Los «gorrillas», que niegan esta supuesta extorsión, dicen que «sólo piden una ayuda» pero sino se puede o quiere, «no pasa nada». Lo curioso de los que están por los alrededores del Ramón y Cajal es que se han autoimpuesto un horario de oficina (de siete a una y de cinco a once de la noche) y, además, se reparten la calle de principal acceso al hospital por nacionalidades. Arriba, los de Ghana; más abajo, cerca de la entrada de Urgencias, se sitúan los nigerianos. «Así no peleamos», explican Pascal y Jhon, dos amigos que llegaron a Madrid hace seis meses desde Accra -capital de la República de Ghana-, previa parada en Tenerife. Más que propina La dinámica de trabajo es sencilla. En cuanto un conductor se va, el «aparcacoches» ocupa el espacio liberado y, en cuanto se acerca un vehículo le indica el espacio vacío y le ayuda a aparcar con señas. Cuando «el cliente» se baja, le da una propina. Normalmente 50 céntimos o un euro, «porque si les das una de 20 hasta te miran mal», explica indignada una señora a la que Jhon le ha señalado dónde aparcar. «Es totalmente absurdo porque el sitio libre ya lo había visto yo. Vamos, que no te hacen ningún favor». Pero además de indicar, los «gorrillas» del Ramón y Cajal ofrecen, por el mismo precio, servicio de «Pepito Grillo» con sus clientes. «Si vemos que dejan cosas de valor a la vista, lo advertimos», explica Jhon. «Aunque es dificil que un ladrón pueda robar aquí. ¡Con lo vigilada que tenemos la zona!», admite el africano. En esta zona de la capital los «gorrillas» pueden sacar «como máximo 20 euros al día», según ellos, o «hasta 60 euros», según otros que frecuentan la zona y que aseguran haberles visto «en varias ocasiones» cambiando las monedas por «billetes de 50» en un bar cercano. La crisis, que no parece afectar en las propinas, es en realidad lo que ha empujado a muchos inmigrantes que antes sí tenían trabajo a desempeñar este particular «oficio». Sin papeles Y es que la mayoría de los «aparcacoches» de hoy son inmigrantes sin papeles. Ni llevan gorra ni son toxicómanos como antiguamente y, aunque muchos pensaran que este modo de pedir limosna «obligatoria» se extinguió con la aparición del Servicio de Estacionamiento Regulado (SER), han vuelto a «resurgir de sus cenizas» e incluso trabajan en estas zonas a partir de las ocho de la tarde, cuando ya no hay que pagar por aparcar en zona azul. Eso sí, no cobran por minutos. Muchos creen que el problema de esta «mendicidad coactiva» es que hay un vacío legal que, en cierto modo, consiente este comportamiento. La Policía sólo podría actuar en caso de ver una amenaza por parte del indigente al conductor, algo que no suele ocurrir. José Luis, el conductor que acude a diario al Ramón y Cajal, asegura que en una ocasión llamó a la Policía y le dijeron que no podían hacer nada «porque estar en la calle dando instrucciones a los conductores no es ningún delito». Sin embargo hay quien opina que no haría falta policía si no se cediera al chantaje, «Darles dinero es transigir. Es como transigir con el terrorismo», asegura Mario Arnaldo, presidente de la Asociación de Automovilistas Europeos Asociados (AEA), que anima a los conductores a usar los aparcamientos subterráneos. Pero hay conductores a los que «no les compensa» lo del párking y prefieren acatar la presencia de «gorrillas», como Esteban, también asiduo al Ramón y Cajal. «El aparcamiento del hospital es carísimo. Prefiero dejarlo fuera y darles un euro a estos chicos, la verdad».