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Pedro Ruiz afligido por la muerte de su madre

La Razón
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Continúan los ultrajes, atentados semiterroristas y olvido de la Historia. Mientras en A Capela, afueras de La Coruña -terranosa– proyectan un monumento recordando a Leslie Howard, inolvidable coprotagonista de «Lo que el viento se llevó» –el avión en que se estrelló, sobrevolaba aquella zona–, intentaron una nueva mutilación en su Plaza de España a Millán Astray. Ya le faltaba un brazo al ser de carne y hueso que creó La Legión, pero al monumento intentaron cortarle una pierna.Cantizano rompedorAl mismo tiempo, en Sevilla, cunde la indignación, pitorreo y la ceña chistosa porque dedican una calle a Pilar Bardem retirando la del general Merry Gordon. «¿Qué he hecho yo para merecer esto?», debe de preguntarse la madre de su hijo que no tiene sobresalientes méritos interpretativos, una carrera triunfal y nunca fue excepcional sobre los escenarios o el cine. Entiendo que Sevilla, arenal y «casondeo», no salga del asombro cuando otros no han recibido semejante glorificación callejera. Sólo puede tomarse como broma digna de esos Morancos que hicieron entrevista antológica en «¿Dónde estás corazón?». Era noche de confrontación o casi duelo de cadenas donde el programa de Jaime Cantizano, más luminoso y rompedor que nunca –incluso haciéndole «boca a boca» a Jorge Cadaval– barrió la presunta competencia del reaparecedor Javier Sardá. Lograron un veinte largo de audiencia frente al casi oprobioso catorce conseguido por esa «Tribu» integrada por una insatisfecha Mercedes Milá, Boris Izaguirre y Carlos Latre insistiendo en caracterizarse de Don Juan Carlos. Fue derrota sangrante.Y mientras unos lamentan su debacle profesional, Mar Flores enterró a su padre, muerto tras un accidente de tráfico ocurrido hace cuatro días. Cuando había superado todo tipo de males y enfermedades, murió como nadie esperaba. Mar y Javier Merino volaron raudos desde República Dominicana donde han instalado sus dominios. Pena con la instensidad de un Pedro Ruiz que también sufre parecido trance: su madre se había convertido en el objetivo vital. Era una dedicación absoluta, casi inimaginable en los tiempos que corren. Pedro no viajaba por estar con ella y desde donde estuviese no perdía el contacto ni la preocupación telefónica. Lo mismo daba un estreno que durante sus actuaciones, Pedro la mantenía al quite para informarle minuto a minuto de cuanto acontecía. Si resulta admirable artísticamente, más lo era en su abnegación filial. Le acompañamos en el sentimiento. Que es mucho.