Un paraíso dentro de un paraíso

Seis amigos, una misión. Unos pocos días sirvieron para recordarnos que Mozambique también existe. Que existe como uno de los paraísos más pobres del mundo y que existe como sede de la esperanza de los más pobres del mundo. Selva, sabana, playas salvajes. Belleza. Civilización a medio hacer tras el desinteresado paso portugués interrumpido por los claveles. Poblados robados a un documental de la BBC. Centros de atención médica reducidos a un botiquín atado a un poste. Kilómetros de favelas africanas de mapas imposibles colonizados por carteles publicitarios de telefonía móvil. Estupor.La larga sombra de la malaria lo oscurece todo menos la sonrisa de los mozambiqueños y de los afanosos integrantes del equipo de investigadores que lidera mi admirado Pedro Alonso. Ha conseguido juntarlos a todos para acabar con esa enfermedad que mata a medias y del todo. A las tribus, a los gobiernos, a la industria farmacéutica, a los Gates, a los periodistas, a las oenegés. Un paraíso dentro de un paraíso. Lo están consiguiendo, ya lo verán.La furgoneta de humanidad que nos transportaba, el pollo que nos regalaban los niños cicerones, aquel bar de hojalata, la hospitalidad diplomática del adobe, la bata y la corbata, los mercados, las infinitas vistas del Índico, las tertulias de la noche africana animadas con quinina y licor de enebro, con la emoción de lo vivido y la ilusión de los exploradores, marcados para siempre. Inolvidable. Sigo allí.