Ferias taurinas

Y Victorino Martín tampoco

El Cid, Iván Fandiño y Diego Urdiales protagonizaron la última corrida de San Isidro entre silencios

Manuel Jesús «El Cid» da un pase de pecho, ayer en Las Ventas, durante el último festejo de la Feria de San Isidro
Manuel Jesús «El Cid» da un pase de pecho, ayer en Las Ventas, durante el último festejo de la Feria de San Isidrolarazon

- Las Ventas (Madrid). 24ª y última de la Feria de San Isidro. Toros de Victorino, de escaso juego, salvo 1º y 2º, manejables. Lleno.- Diego Urdiales, de grana y oro, media defectuosa, dos pinchazos, aviso, bajonazo (silencio); pinchazo, estocada caída (silencio).- Manuel Jesús «El Cid», de grana y oro, estocada tendida (ovación); bajonazo, cuatro descabellos (silencio).- Iván Fandiño, de verde botella y oro, estocada caída, descabello (silencio); media, descabello (silencio).

Tenía la oportunidad El Cid de sellar bocas en una temporada de escaso remate. Y sembró ambiente de triunfo en el segundo. Lo toreó bien con el capote, con la suavidad de otros tiempos, de otros toros y de otras temporadas. Parecía un cuento distinto. Remató con soltura y comenzó a hervir la plaza al son, a la espera de ese Cid que arrebató Madrid tantas tardes a su antojo. Buen trabajoQuería ver Madrid al torero cuajado y sincero de siempre. Y se encontró la Monumental con un ejemplo de torería y saber estar a cargo de la cuadrilla. Picó bien Manuel Jesús Ruiz hasta que se hartó de toro y le derribó. El Cid hizo el quite soñado para aliviarle con un tirón de capote. Alcalareño, su peón, no se puso bonito, sino efectivo y lo bordó con las banderrillas. También cumplió Pirri y El Boni, medido en la lidia, remató la obra de arte para llevarse a una mano el toro al burladero. Estaba la plaza a favor, empujando al toro y al torero. El animal llegó al último tercio flojo pero manejable, ajeno a maldades del encaste. Anduvo Cid queriendo, dejando ver sus justificaciones, pero escaso de aplomo, ligero de pies. Aún así el público se le puso de cara. El quinto fue el de las protestas. Quiso el público echarlo para atrás por flojo y quedó el ambiente contagiado de veneno. El animal andaba con lo justo, lejos de la boyantía y el terror y El Cid estuvo mucho tiempo pero con pocos contenidos reales. Un constante sí pero no de mentirijilla.Victorino cerraba la Feria, el colofón de oro tornado en cobre. No fue un derroche de casta la corrida y cundió la apatía como otras tardes de esta isidrada, mal concebida y peor acabada. Si no fuera por Morante... Era ésta una sustitución con trampa. Matar la corrida de Victorino en San Isidro teniendo poco bagaje en la materia sonaba a suicidio o necesidad. Iván Fandiño suplió al herido Fundi e intentó hacer las cosas bien al tercero, un toro de poco recorrido que se quedaba por abajo. Tenía peligro la broma. Fandiño comenzó la faena en el mismo centro del ruedo y justo ahí fue cogido feo. Dolorido volvió de nuevo y acabó de rematar una labor de esfuerzo. El sexto era un asesino en serie y Fandiño pasó un trago. Uno de esos toros de victorino capaces de quitarte el sitio en un segundo. De los que roban para no dar nada. Otra vez le cogió el toro y acabó como pudo el torero. Diego Urdiales anduvo solvente con el primer victorino, que se empleó en el caballo por abajo. Tuvo un puñado de arrancadas buenas por el derecho y comenzó después a sacar complicaciones. Mal por el izquierdoEl riojano firmó una labor de más a menos, que no alcanzó vuelo. No valía un euro el cuarto, que acudió con violencia extrema al capote de Urdiales. Por el izquierdo no tenía un pase y al poco acabó por rajarse. Dedicó el torero demasiado tiempo a estar delante del toro. Acabó San Isidro, entre triste y avergonzado.