El Gobierno de Donald Trump
La narrativa de Putin en el origen del “Ucraniagate”
El «impeachment», atascado Trump pide que se celebre el juicio de forma «inmediata»
El Senado de Estados Unidos debe de arrancar, a la vuelta de las vacaciones navideñas, con el «impeachment» contra el presidente del país. En realidad, nadie en Washington se atreve ya a poner fecha, pese a la insistencia de Donald Trump para que se celebre el juicio político de forma «inmediata».
Nancy Pelosi, presidenta del Congreso, duda de la equidad de una cámara en la que el líder de la mayoría, el republicano Mitch McConnell, llamado a liderar el jurado de los senadores, avisa que coordinará el proceso con los abogados de la Casa Blanca. La exigencia de Pelosi, que los republicanos acepten pactar las reglas que regirán el proceso. Entre otras cosas, aspira a armonizar asuntos tan esenciales como la posibilidad de convocar testigos, de viva voz, no ahormados a una comparecencia pregrabada y sin derecho a repreguntar. Una aspiración, por cierto, que fue bandera de los republicanos en 1998, cuando el «impeachment» contra Bill Clinton, a la que entonces se opusieron los demócratas, entonces mayoría en el Senado. Los republicanos responden acusando a sus socios de presentar un caso tan endeble que necesitan promover un «show» con testigos de gran calado mediático, como el ex consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, y el abogado privado de Trump, Rudy Giuliani. Y precisamente el nombre del ex alcalde de Nueva York volvía a salpicar con fuerza un caso del que siempre ha sido indisputado fontanero.
Sin el viaje a Kiev de Giuliani del pasado mes de mayo, no se entendería la llamada de teléfono al presidente de Ucrania del 25 de julio, las presuntas coacciones para que la fiscalía de su país actúe contra Hunter Biden, la hipótesis de que la Casa Blanca exigiera a Zelensky un «quid pro quo» relacionado con la ayuda militar y económica. Y fue Giuliani, y otro hombre clave, el ex director de campaña de Trump en 2016, Paul Manafort, hoy condenado por conspiración, quién más hizo por convencer al entonces candidato que Ucrania había conspirado para privarle de descarrilar sus opciones al Despacho Oval. Un relato diametralmente opuesto al que apuntalaba el espionaje estadounidense, empezando por la CIA, que llevaba meses señalando la sombra del Kremlin como disruptor del sistema, propagador de embustes y teórico patrocinador de espías informáticos al servicio de unas «fake news» con vocación antisistémica. Tal es así que el «Washington Post» informaba ayer que apenas no bien llegó a la Casa Blanca el presidente comenzó a propagar la teoría del ataque ucraniano. Una convicción que, al decir de Shane Harris, Josh Dawsey y Carol D. Leonnig, del citado periódico, creció de forma exponencial en cuanto salió de reunirse durante el verano del 2017 con el presidente ruso, Vladimir Putin, con ocasión del G20.
Esto explicaría, multiplicados, los continuos ataques a la inteligencia estadounidense. Lejos de asumir los informes que el espionaje de Estados Unidos y el Pentágono daban por evidentes, hasta el punto de respaldar las medidas punitivas adoptadas contra Rusia por la administración de Barack Obama, Trump abrazó un contrarrelato que le permitía dibujar sus propios fantasmas.
A nadie pareció preocuparle entonces que la teoría coincidiera en lo sustancial con las de la propia Rusia, juez y parte en Ucrania. Según el Post, el presidente habría comentado a varios allegados que estaba convencido de la culpabilidad de Ucrania porque «Putin se lo había dicho».
✕
Accede a tu cuenta para comentar