Venezuela

Análisis: Una política exterior presidencialista

Con un perfil tecnócrata y sin peso político dentro de la Coalición, el estreno de Arancha González Laya se define por su ambigüedad respecto a Guaidó y por ejecutar lo que dictan desde La Moncloa

La bandera de Venezuela en el Congreso de los Diputados
La bandera de Venezuela en el Congreso de los Diputadoslarazon

Poco más de un mes lleva de andadura el primer gobierno de coalición de la historia de España, tiempo suficiente para plasmar evidentes cambios en el planteamiento de la política exterior del país. La llegada de Unidas Podemos al Ejecutivo junto con una visión presidencialista de la acción exterior, donde las decisiones se toman en La Moncloa y el Palacio de Santa Cruz queda como mero ejecutor de las mismas, reflejan un evidente cambio en las prioridades del Gobierno español. LA RAZÓN consulta a varios expertos para analizar las primeras decisiones de la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, y los primeros gestos en la acción exterior del Gobierno de coalición.

El diplomático y escritor Inocencio Arias no tiene dudas sobre la existencia de este giro: «Sánchez tiene un socio y no es un figura decorativa», explica. El caso más concreto, dice, es que Pedro Sánchez rebajó a la categoría de líder de la oposición a Juan Guaidó, más incluso que «lo del vodevil de Ábalos con la señora Delcy». En su opinión, que el presidente de un Gobierno español del PSOE, «que siempre ha sido iberoamericanista» no recibiera al venezolano cuando el resto de líderes sí lo hicieron es «bochornosamente de carcajada». Este es el primer desplante de otros muchos, que según el diplomático, llegarán en un futuro no muy lejano. «Se va a producir una mayor comprensión hacia los regímenes autoritarios de Iberoamérica y más indiferencia hacia los democráticos si son de derechas», explica. Sin ir más lejos, el régimen de Nicolás Maduro introdujo al Gobienro de Sánchez en su lista «de países amigos». El último de los agravios hacia la región fue la decisión –luego rectificada– de suprimir la secretaría de Iberoamérica. «Si la suprime Finlandia, a nadie le soprendería pero un país como España con sus lazos históricos e ideológicos era escandaloso».

En este «lío venezolano», la figura de la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, no queda en muy buen lugar. Si durante la visita de Guaidó a España se refirió a él como «el presidente encargado», posteriormente durante su visita a la sede de la ONU en Nueva York dijo que «es dos cosas a la vez»: el presidente encargado y el líder de la oposición en Venezuela, en un intento de respaldar la denominación que le dio el presidente Pedro Sánchez al dirigente venezolano en la primera sesión de control al Gobierno. Ayer, durante, la conferencia de Seguridad en Múnich le llamó «el presidente encargado Guaidó en la oposición». Este tipo de declaraciones le sirve al diplomático Inocencio Arias para tacharla de «vacilante» y «una persona sin experiencia política ni de partido», que la convierte en marioneta del presidente Pedro Sánchez y sus socios en el Ejecutivo.

De opinión distinta sobre la figura de la ministra es el director académico del Centro de Documentación Europea, Fernando Lozano Contreras, que destaca, precisamente, «la buena dirección y el perfil tecnócrata» de la ministra. Pese a considerar que aún es pronto para hacer una valoración porque el Gobierno lleva poco tiempo en el ejercicio de sus funciones, sí que observa cierta «ambigüedad» debido a «la formación variopinta de los ministros». En este sentido, ve preciso dar cierto margen al Ejecutivo para que resuelvan estas disfunciones que, dice, existen en todos los niveles de gobierno y no solo en Exteriores. El experto tacha de positivo el viraje anunciado por la ministra respecto a Gibraltar y que supone dejar a un lado la reclamación de la soberanía del Peñón en aras a la firma de otros acuerdos. Dice, que el esquema a seguir pasa por encontrar una fórmula «all win, all lose» (todos ganan, todos pierden) huyendo de las clásicas posiciones maximalistas de todo o nada.

En definitiva, el arranque de la Legislatura en política exterior puede definirse por cierta desorientación y la falta de ideas claras sobre las prioridades históricas que han definido la política exterior española hasta la fecha.