Coronavirus

Argentina

Argentina se dirige a la peor crisis de su historia

La situación económica, el coronavirus y la megadeuda contraída, terminan por hundir al país

El padre Anaclet Mbuguje da ayuda a los más necesitados en Buenos Aires, Argentina
El padre Anaclet Mbuguje da ayuda a los más necesitados en Buenos Aires, ArgentinaNatacha PisarenkoAP

Argentina de nuevo “al borde del abismo”. En “una encrucijada” en la que todos los caminos se dirigen a un final abrupto. “La profecía gaucha” que dice: “Cada diez años una crisis”, parece cumplirse. Esta vez llevó un poco más de tiempo, y además viene acompañada por factores internos como “la megadeuda” contraída por el ex presidente Mauricio Macri con el FMI, más inconvenientes nunca antes vistos, de índole apocalíptico: La pandemia que a nivel interno ha terminado de vaciar las arcas de un Estado que ya de por sí se “tambaleaba”. El coronavirus por tanto, representa “la estocada final” y es posible que el país, se dirija a la peor crisis de su historia.

Argentina, que se considera a sí misma “en default virtual”, presentó a mediados de mes a sus acreedores privados una propuesta de reestructuración de deuda con fuerte quita en los intereses de los bonos y en el monto del capital adeudado. La oferta implica que en intereses habría una rebaja de 37.900 millones de dólares (62%), con tres años de gracia -sin pagos- hasta 2023. Es decir un fuerte descuento, sin pago hasta dentro de tres años y a bajos intereses. Es difícil que cualquier fondo acceda a tales términos, el país ya se prepara para la quiebra técnica. En total, la nación argentina adeuda más de 70.000 millones.

En cualquier caso los bonistas tienen 20 días para responder si aceptan la oferta. A corto plazo Argentina afrontó el 22 de abril un vencimiento por 500 millones de dólares de estos bonos –en intereses-, que ya adelanta abonará. “Una propina” comparado con lo que ofrecen. La cuenta atrás comenzó y “los fondos buitres” ya revolotean” sobre “su presa”, oliendo a “carroña”.

Una fila de gente que espera recibir alimentos entregados por los militares en Buenos Aires, Argentina
Una fila de gente que espera recibir alimentos entregados por los militares en Buenos Aires, ArgentinaNatacha PisarenkoAP

Por un lado la crisis del coronavirus le ha servido al Gobierno como excusa para no pagar a los tenedores de deuda, pero entrar en default significa agravar la situación ya de por sí maltrecha. Lo único que gana el Gobierno es una excusa a la que aferrarse, cuando los argentinos no levanten el vuelo”, afirma Ariel Toribio, analista de la universidad la Matanza –provincia de Buenos Aires-. “Además ese crédito que posterga el pago podría ser ‘una bomba de oxígeno’ que permitiría a Alberto Fernández llegar mínimamente triunfal a las próximas elecciones, con ‘la lengua fuera’ pero con vida”, añade.

El FMI aguarda

Con respecto al Fondo Monetario Internacional, organismo al que Argentina adeuda 44.000 millones de dólares, el Gobierno trabaja en un nuevo programa con esa institución financiera.

Argentina había cancelado en 2006 la totalidad de su deuda por 9.800 millones de dólares con el FMI, pero en 2018, en medio de una corrida cambiaria -devaluación del peso frente al dólar-, el Gobierno liberal de Macri volvió a acudir al organismo multilateral que le otorgó un crédito de 57.000 millones de dólares del cual desembolsó 44.000 millones.

Al final ese dinero no se invirtió en infraestructura, sino en paliar más deuda, sueldos de funcionarios y mucha de esa ‘plata’ se giró a otros países, hubo una fuga masiva de capitales. La confianza que Macri pretendía generar en los inversionistas se convirtió en un “sálvese quien pueda”, “un gran pastel” para los especuladores. De hecho, el oficialismo acusa al ex mandatario de que parte de esa deuda fue destinada a pagar la campaña del Cambiemos –hoy oposición-“, asegura Jorge Repetto, economista de la Universidad UBA.

Por su parte Alberto Fernández, quien asumió el Gobierno el 10 de diciembre, ha manifestado en reiteradas ocasiones su compromiso de honrar la deuda externa pero sin desproteger las necesidades de una población con 37% de pobreza -que podría escalar al 40%- en meses.

Argentina se encuentra en recesión desde hace dos años y la más reciente proyección del FMI es de una profundización, con caída de 5,7% del PIB este año, frente a 2,2% en 2019 y 2,6% en 2018.

Corralito versus Pandemia

La crisis 2020/2021 no sólo tendrá los peores números, sino que tampoco tendrá una resolución sencilla, rápida y fuerte como sí tuvo la crisis de 2002 –denominada el corralito-. En este sentido, sólo basta recordar que el PBI rebotó al +8% en 2003/2005, mientras que la inflación cerró +3,7%; +6,1% y +12.3% esos años.

En 2001/2002, el pequeño tamaño del Estado y la baja presión tributaria permitieron pequeño tamaño del Estado permitió ir subiendo el gasto público. Aunque la pobreza llegó a trepar el 54% fue solo durante dos años.

En este marco salir de la crisis 2020/2021 exigirá fuertes reformas estructurales en el campo monetario; exactamente como se hizo a comienzos de los 90. Sin embargo, en la actualidad el nivel de repudio por el peso es irreversible, y hace inviable salir de la crisis y volver al sendero por la vía rápida. La globalización se volvió en contra de un país que continúa en las antípodas a nivel productivo.

El escenario no solo es muy diferente, sino que también extremadamente más problemático. El mundo actual es un mundo conectado, una especie de “efecto mariposa”, con Rusia y China ganando poder relativo en el contexto internacional. Es decir, Argentina depende mucho más del resto, que de si misma. Y mientras las cifras macroeconómicas que se traducen cruelmente en las calles. En los sectores carenciales donde sin poder ir a trabajar la población, vive de subsidios y el reparto de alimentos.

El presidente y su vicepresidenta Cristina Kirchner pronto tendrán que elegir entre dejar que el virus se propague con cierto control, o seguir con la cuarentena y permitir que buena parte de la población, la más vulnerable, entre en un proceso de estancamiento sin vuelta atrás. Esta vez podría no haber un final feliz.