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Coronavirus

Desescalada

Jilin, el laboratorio chino para frenar los rebrotes

La segunda oleada enciende las alarmas. China clausura dos ciudades tras detectarse una treintena de casos

Trabajadores de una fábrica hacen fila en Wuhan para que les hagan un test ChinatopixAP

En fila, manteniendo la distancia de seguridad, con mascarilla y con mucha paciencia. Así es cómo los habitantes de Wuhan aguardan a que les llegue el turno para ser sometidos a la prueba de COVID-19 que el gobierno chino ha decretado para todos los habitantes de la ciudad tras haber detectado seis casos entre su población. Temerosas de una segunda oleada de infecciones, las autoridades del país han levantado carpas móviles en cada distrito y, junto a los sanitarios, trabajan a contrarreloj con el fin de cumplir las directrices de Pekín. En 10 días, todos deben haberse realizado la prueba. Hasta ayer, más de tres millones la habían pasado.

“No es fácil tomarse las cosas con calma”, escribió un usuario en la red social Weibo, el Twitter chino. “Cuando me había relajado un poco, ahora comienza de nuevo y estoy empezando a entrar en pánico otra vez. Vamos, Wuhan”, añadió. Sus palabras llegaban después de que en los últimos días se conocieran los primeros contagios locales desde el 3 de abril en una megalópoli que tras varios meses luchando por frenar la propagación del patógeno, había logrado reabrir las escuelas y comercios.

Precisamente ayer, el país cumplió un mes seguido sin reportar fallecidos. El número total de casos en la China continental es de 82.933, mientras que los muertos ascienden a 4.633. Sin embargo, estas cifras, que ayer sumaron cuatro nuevos casos locales, le chirrían a más de uno. Sobre todo, ahora que algunos países ven cómo el patógeno les arranca la vida a diario a centenares de sus nacionales y cómo en China saltan las alarmas ante el más mínimo repunte. Para muchos, la puesta en funcionamiento de estos mecanismos masivos de contención pone de manifiesto que en cualquier momento el proceso de vuelta a la normalidad puede revertirse.

Así sucedió en las ciudades de Jilin y Shulan, ambas en la provincia de Jilin y que fueron clausuradas esta semana tras detectar una treintena de casos. En Jilin, se han establecido estrictos controles sobre el transporte, cerrado los centros educativos, gimnasio o cines y también prohibido las reuniones masivas. Los restaurantes permanecen abiertos limitando a tres el número de comensales por mesa y guardando las distancias; las farmacias no pueden vender antipiréticos, antibióticos o antivirales; y los centros sanitarios deben remitir a los hospitales a cualquier paciente con fiebre.

La prioridad, prevenir los rebrotes

La situación es “extremadamente severa y complicada” y “existe un gran riesgo de una mayor propagación”, advirtió el miércoles Gai Dongping, la teniente de alcalde de Jilin. Allí, para poder abandonar la ciudad es necesario dar negativo en una prueba de COVID-19 realizada hasta 48 horas antes de la salida.

Residentes de Wuhan hacen fila para las pruebas de ácido nucleico en un complejo residencialALY SONGREUTERS

Pese a las medidas, las autoridades han querido quitarle hierro al asunto y han explicado que en la nueva normalidad este tipo de rebrotes será algo habitual. “El trabajo para contener y prevenir la epidemia ha pasado de una respuesta de emergencia a tener que lidiar con una realidad constante. Esto no quiere decir que las medidas de contención se puedan relajar o que podamos tomarnos un respiro. Prevenir brotes es la mayor prioridad y requisito indispensable para continuar avanzando hacia el restablecimiento del orden social”, afirmó He Qinghua, inspector del Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades de la Comisión Nacional de Sanidad.

Cuarentenas y tres pruebas de ácido nucleico

En Shenyang, una ciudad de unos 7,5 millones de habitantes, esta semana también se dieron a conocer tres positivos después de 89 días sin casos. Según explicaron las autoridades locales, los nuevos contagiados estarían vinculados a un grupo de la ciudad de Shulan. El rastreo ha obligado a que más de 7.500 personas que llegaron de Jilin desde el 22 de abril o entraron en contacto cercano con esos tres casos locales se sometan a una cuarentena de 21 días y tres pruebas de ácido nucleico. Una situación que también ha obligado a dar marcha atrás y posponer la reapertura de las escuelas, algunas de las cuales iban a recibir a sus estudiantes el viernes.

Estos rebrotes, aunque puntuales, obligan a plantearse la necesidad de imponer ciertos requisitos en la denominada nueva normalidad. Así, diversos expertos coinciden en que es muy probable que se tengan que aplicar ciertas restricciones a la movilidad tal y como la conocíamos hasta ahora. Incluso algunos hablan del “pasaporte de inmunidad”, que vendría a ser un documento que acredite ser inmune o no al COVID-19 y limitaría los movimientos, actividades o trabajos. Esta especie de certificado ha generado un amplio debate -ético y científico- al tratarse de un virus desconocido del que no se sabe hasta cuánto duraría esa supuesta inmunidad.

Con todos estos frentes abiertos, China trata de caminar con paso firme hacia la era post coronavirus, un proceso que requerirá permanecer alerta e imponer restricciones para que el patógeno no golpee con la virulencia de la primera vez. Y para muestra, Wuhan, donde China no ha dudado en movilizar a miles de sanitarios y voluntarios mostrando al mundo que sus capacidades y recursos médicos continúan luchando para ganarle la batalla al virus.

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