Hong Kong
Hong Kong vuelve a desafiar a Pekín
Miles de manifestantes se enfrentan con la Policía en los barrios comerciales en protesta contra la Ley de Seguridad Nacional anunciada por el régimen chino
Cumpliendo su promesa de volver a las calles, miles de hongkoneses desafiaron ayer al Ejecutivo local y se concentraron en una de las zonas comerciales más transitadas de la ex colonia británica. Allí, las carreras de los antigubernamentales y los viandantes escapando del gas lacrimógeno lanzado por la Policía volvieron a conformar un escenario que, antes de la epidemia de Covid-19, era el habitual de cada fin de semana. Los manifestantes, que por entonces exigían cinco demandas al Gobierno central, sumaban ayer la de paralizar la tramitación de una Ley de Seguridad Nacional que, a su parecer, va a dejar en estado de coma sus derechos y libertades.
Consideran que la legislación. propuesta por Pekín y presentada en la Asamblea Popular Nacional (APN) el viernes, supondrá el fin del principio de «un país, dos sistemas» que rige en la ciudad desde volvió a manos chinas en 1997. Este sistema otorga una mayor autonomía a este territorio y ha permitido hasta ahora que los hongkoneses gocen de unas libertades que no existen en el resto de China. Por eso, la decisión de aplicar esta normativa ha avivado la llama de las protestas, contenida a causa del nuevo coronavirus.
Según el borrador, se pretende «prevenir, detener y sancionar» cualquier acto «de traición, secesión, sedición, subversión» en Hong Kong y otros comportamientos que pongan en peligro la seguridad nacional. Asimismo, se prohibirá la «actividad de fuerzas extranjeras y externas» que interfieran en los asuntos internos de esta ciudad china, una acusación utilizada por Pekín para acusar a EE UU de alentar las movilizaciones sociales del año pasado.
La nueva ley contempla castigar actos como los ocurridos ayer en los que, entre gritos y pancartas contra el Gobierno local y el Partido Comunista chino, se destruyó parte del mobiliario urbano y se arrojaron adoquines arrancados de las aceras a una Policía que no dudó en utilizar el cañón de agua o el gas pimienta. A causa de estos enfrentamientos, a última hora de ayer las Fuerzas de Seguridad informaron de que había al menos 180 detenidos por asamblea ilegal y desordenes.
Desde que en junio del año pasado el Parlamento tratara de aprobar una ley de extradición que hubiera permitido llevar a los detenidos en esta región administrativa especial a la China continental para ser juzgados, las protestas se desataron. La tensión solamente se rebajó cuando los colectivos prodemocráticos arrasaron en las elecciones a distrito a finales de 2019, una victoria que Pekín contempló con temor y que muchos apuntan le ha empujado a dar este paso.
Por eso ahora que el fin de la pandemia daba tregua a una ciudad que comenzaba a recuperar la normalidad, el anuncio de esta ley ha servido para encender de nuevo la llama. Ayer, a las habituales consignas como «lucha por la libertad, apoya a Hong Kong», se sumaban otras que evocaban la autodeterminación o la independencia como las únicas salidas. «Di no a la tiranía, apoya nuestra autonomía», coreaban los manifestantes en Causeway Bay.
Mientras a pie de calle los hongkoneses hacían gala de su técnica «be water» para aparecer y desaparecer en pequeños grupos, las redes sociales retransmitían los enfrentamientos y se hacían eco de sus demandas. En ellas también mostraron su rechazo a otra ley que está tramitando el Parlamento autonómico y que persigue castigar a los que profanen los símbolos nacionales o mancillen la bandera china, con multas y prisión de tres años.
Sus peticiones de solidaridad internacional llegaron lejos y más de 200 parlamentarios y figuras políticas de 23 naciones redactaron una declaración conjunta condenando el paso dado por Pekín y solicitando a sus Gobiernos posicionarse en contra de la controvertida ley. Sin embargo, la misiva no parece haber calado entre las autoridades comunistas. El ministro de Exteriores, Wang Yi, explicó la necesidad de esta ley a causa de las protestas del año pasado, que «fueron una grave amenaza para la prosperidad y la estabilidad de Hong Kong».
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